sábado, 29 de enero de 2011

Por tierras de faraones y momias (2)



Egipto: toco madera.

Así me siento en estas horas cuando pienso en mi recientísimo viaje a Egipto. No hace ni quince días yo estaba paseando por El Cairo, con la inconsciencia de un turista fotografiando un avispero. Temo que esta noche tenga la pesadilla de verme sitiado en el hotel donde estaba hospedado en la Avenida de las Pirámides o atrapado en el aeropuerto.

El guía egipcio,  que nos hablaba de todo, lo vaticinó cuando hablaba de la situación política del país. Estaban hartos de Mubarak y su posible sucesor, su hijo, hasta el infinito. Cuando el jueves explotó la crisis de Túnez, andaba yo ya preocupado porque era fácil colegir que aquello se podía repetir en el sufrido país de los faraones.

Desde luego no hacía falta ser un adivino para barruntar que la situación de revuelta que allí hay ahora, andaba lejana. Aparte de la grande y emocionante impresión que te dejan las Pirámides y demás monumentos antiguos, la imagen que a mí se me quedó de Egipto es la de la inmensa pobreza en la que se vive. En las riberas del Nilo, desde el barco, se veían las aldeas míseras con casas de adobe y barro y la gente lavando sus alfombras y vajillas de latón. En las ciudades y en particular en El Cairo –veinticuatro millones de habitantes- calles y calles convertidas en escombreras, viviendas que parecían que se iban hacer añicos, con las aceras transformadas en vertederos, donde el comercio vende especias, carne, pan o refrescos, montón de gente sentada en sillas mirando pasar a la gente, el trafico infernal y multitudinario que provoca una nube de aire intoxicado como si fuera una niebla espesa… y la gente pobre, muy pobre, demasiado pobre.

Ojalá salga este antiquísimo pueblo robustecido de esta crisis tan peligrosa. Le deseo lo mejor.

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