domingo, 31 de julio de 2011

¡Con poco se puede mucho!

¿Qué os parece si les leyéramos a los hambrientos, sedientos y pobres somalíes, las palabras de las lecturas de hoy, domingo, en la eucaristía?
Isaías, 55:
“Esto dice el Señor:
- Oíd, sedientos todos,
acudid por agua también
los que no tenéis dinero:
venid, comprad trigo;
comed sin pagar vino y leche de balde.”
 Sabe a un sarcasmo: tal es la bofetada que damos los cristianos acomodados a Dios. Una verdadera blasfemia.

¿Seremos capaces de poner en práctica las acciones y las palabras de Jesús?: “Vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos…¡dadles vosotros de comer!” Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.
¡Con poco se puede mucho! Dadme una pizca de amor y cambiaré el mundo

martes, 12 de julio de 2011

En el camino del Rocío de Valencia (5). El camino de Hinojos.


El camino de Hinojos es una de las rutas más maravillosas que yo conozco  para llegar a pie al Rocío (y he transitado bastantes caminos alternativos). Al principio, con la Hermandad de  Gines y luego sin ella, sólos, cruzábamos por la Raya Real, una especie de cortafuegos trazado a cartabón, que era un itinerario rectilíneo bordeado de gigantescos eucaliptus. Después lo vallaron con alambradas y espinos: se hacía además muy penoso de andar pues era el suelo pura arena removida. Cada vez se hacía más difícil hacer una parada. Al final desaconsejaron y prohibieron a las Hermandades pequeñas el tránsito por allí. Mejor: aunque la Raya sea legendaria porque se menciona en muchas sevillanas, era un incordio.

Así que elegimos el camino de Hinojos: una de las más grandes maravillas. Un paisaje armonioso e intimo en un camino muy fácil que cruza un denso bosque de tipo mediterráneo, donde los grandes lentiscos, palmitos, arrayanes, adelfas, enormes pinos dan fresca sombra y, la menta, jaras, poleo, margaritas alfombran los bordes. Cuando el Rocío cae más temprano los lirios morados engalanan aun más el camino. Una verdadera gozada.

Ahora esta pidiéndonos impuestos, prohibiéndonos parar a almorzar donde siempre (lo hacíamos bajo unos retorcidos y pacientes alcornoques),  hacia las 11. Como ya llevamos tantos años reconocemos al pasar un paisaje querido, grabado en el alma. El pino solitario, las higueras, el acceso a la verja que cierra el acotado para los toros, “el pino de los mil duros”…
Es el último día de camino: nos ha sabido a poco. Ahora ya todos nos conocemos, hemos hablado unos con otros compartiendo el pan de nuestras mesas. La Hermandad se ha tornado, por milagro del amor a la Blanca Paloma en una fraternidad.

A las seis y media de la tarde, hemos de llegar hasta el Puente del Ajolí, cruzarlo y ¡ya estamos en la aldea del Rocío!

Cinco personas felices


Somos cinco amigos que nos reunimos a comer dos veces al año  ¡desde hace casi treinta! Son Elvira, Pepe, Fernando, Amparo y servidor. Nos conocimos como compañeros en un año lleno de dificultades e ilusiones como fue el primer curso que echó a funcionar el Instituto “El Clot” allá por el final de los 80. Formaban parte de la Junta de Dirección y yo colaboré intensamente con ellos. Desde entonces nos ha unido una amistad entrañable que nos obliga a juntarnos, cuando menos, dos veces al año. Cada uno se fue, después de aquel año, a destinos diferentes dentro de la ciudad: una y otra a enseñar Historia o Filosofía, uno y otro explicar Matemáticas o Física. Yo soy el único que no me moví del instituto y he sido el primero en jubilarme. A ellos ya les falta poco, pero en las conversaciones de mesa siguen sin perder la ilusión y los estímulos por la enseñanza, aunque los tiempos han cambiado tanto.

Me siento muy feliz por estos encuentros alrededor de la mesa, compartiendo recuerdos, sueños, e interés por nuestro vivir de cada día.  A ellos les rindo el tributo de mi amistad y a ellos les agradezco el regalo que me hacen de ser  mi estupendos compañeros y amigos.

sábado, 9 de julio de 2011

En el camino del Rocío (4) La entrada en Villamanrique de la Condesa.

Unas guapas señoritas nos regalan sombreros de propaganda
Y sigue el camino.. Unas dos leguas después del paso del Quema, a la entrada de Villamanrique, junto a los muros del palacio de la Condesa, (un palmeral gigante, donde las cigüeñas anidan) la hermandad se prepara para pasar por el pueblo. Se arregla la gente, se adornan los bueyes, la Junta de Gobierno de la Hermandad coge sus varas y las camaristas los ramos de flores y como son las doce, se reza devotamente el Ángelus, antes de mover la comitiva. Detras del Simpecado, los romeros, con guitarras, sonajas, tambores y panderetas y palmas empiezan cada vez con más emoción a cantar a la Virgen. Allá llega entonces la Hermandad del Rocío de Valencia, por las calles de Villamanrique rodeados de chiquillos que no tienen ese día escuela, y con los vecinos asomados en el zaguán de  sus casa… (música, cohetes, campanas, aplausos, guitarra y cantos rocieros) toda la hermandad llega hasta la puerta del templo en la plaza mayor. Allí esperan, en la escalinata, el cura y la Junta de la Hermandad autóctona. Saludos, palmas, buenos deseos y parabienes. Se canta la salve al tiempo que las camaristas intercambian ramos de flores. Hay mucha emoción en todo el ambiente, los romeros de Valencia sorben las lágrimas o lloran abiertamente. Miguel, el tamborilero empieza  (y no terminaría) cantado rocieras y fandangos. Al final se lanzan los vivas y se empieza a recorrer todo el pueblo para buscar la salida hasta el camino del campo.

Villamanrique de la Condesa es un pueblo muy rociero. Su hermandad es la primera de las filiales y le gusta competir con Almonte algunas veces, cosa a que acarrea ciertas consecuencias, pero se vuelca generosamente en dar la bienvenida y recibir a todas la hermandades que caminan de la Andalucía oriental hacia el Rocío (desde El Aljarafe, de Murcia, Granada, Almería…).

Villamanrique de la Condesa ha sabido decorar con sumo gusto (con azulejos, esculturas, rótulos, etc.) las calles por donde transitan las hermandades, pero sobre todo se ve en ellas a una gente noble, sencilla, que quiere mucho a la Virgen del Rocío. Salimos, pues del pueblo y llagamos hasta el Polideportivo donde debajo de unos viejos alcornoques (el sol cae inclemente), tomamos un refresco y descansamos brevemente. Nos queda legua y media hasta llegar a la parada de Venta Mauro, algo inhóspita, donde comemos, sesteamos, pasamos la tarde en convivencia y después del rosario de la noche, dormimos, si los jóvenes veladores de la Virgen nos dejan: pero el cansancio lo suple.

¡Cura desde hace cuarenta años!

D. José Mª. García Lahiguera unge mis manos de sacerdote
Hoy hace cuarenta años fui ordenado sacerdote en la catedral de Valencia por el arzobispo, hoy venerable, D. José María García Lahiguera. Fue una tarde de tanto calor como la de hoy. Yo viví el evento entre el susto, la alegría y la ilusión. De la ceremonia sólo recuerdo dos momentos: el del que cuando te nombran, tienes que dar el paso adelante y el momento que en postración, tumbado sobre el suelo, hacía oración profunda: le pedía a Dios, entre temor y temblor, que fuera un buen cura.

Después vinieron mis destinos como joven cura rural en La Serranía: La Yesa, la Cuevarruz, Abejuela y Alpuente. Luego en San Miguel y San Sebastián de Valencia con los grupos juveniles y hasta casi veinticuatro años en la pequeña y entrañable parroquia de María Madre de la Iglesia en el barrio de Marxalenes. Ahora, desde hace ya nueve años, aquí en Los Ángeles del Cabanyal. 

Cuarenta años en los que he anunciado el Evangelio de Jesús como he sabido y podido: con aciertos y fracasos. También he presentado el mensaje de Jesús a través de la enseñanza: más de treinta años de instituto, en el mundo de la cultura, a través de mi afición al cine. Todo es bueno para anunciar la alegría de la fe en Jesús de Nazareth, aquel hombre bueno que venció a la muerte.

La promoción de sacerdotes de 1971, en el marco incomparable de la Capilla del Santo Cáliz. Hay algunos del curso anterior o frailes.  Yo estoy al lado del polémico obispo de Alcalá, Reig.
 Pese a mis infidelidades, a mis tropiezos, a mis errores, Él ha estado presente siempre en mi vida. Por eso, aunque a veces cansado, estoy alegre y contento. A Él y a vosotros os ofrezco mi alegría. ¡Gracias!

viernes, 8 de julio de 2011

Almiserá: una visión poética.


Mi amigo José Ramón Costa i Sarió me regaló el mes pasado un pequeño libro de poemas – “Les quatre estacions, viscudes a la baronia d’Almiserà” que con todo el cariño del mundo ha escrito. Y no sólo con cariño, sino también con una gran inspiración. Humildes y soberbios, pocos en número y muchos de ellos muy breves, son versos llenos de una inspiración natural, de una serenidad contemplativa, donde el ritmo de las palabras se precita hacia una resolución casi místico-natural. El transcurso del tiempo expresado en las estaciones del paisaje urbano y campestre de ese pequeño pueblecito está observado con minuciosidad, con un amor infinito y se insertan en el mismo devenir del tiempo humano.
La tardor
“Sens adornar-se’n,
la tardor comença,
i els dies amb fredor.
Com rosa perfumada,
plena de rosada.”

Algunos de esos poemas, breves, concisos, sin resolución, a veces parecen kaikus japoneses, donde el alma humana se desnuda a través de la naturaleza y la vida sencilla de un pueblo pequeño pero apiñado en un mismo corazón.
 “Comença l’hivern,
Amb el dia mes curt de l’any.
Però, amb l’esperança,
del camí endavant”

Escritos en lengua valenciana, culta, pero no pedante, los versos están muy pulidos  y recuerdan muchas veces al leguaje íntimo y cantarín de Ausias March.
Una gran sorpresa para mí, y un regalo de mi amigo José Ramón, que es a la vez Cura de ese pueblo: su inspiración sencilla es potente y bellamente creadora. Gracias, José Ramón.

miércoles, 6 de julio de 2011

En el camino del Rocío de Valencia: (3) El vado del río Quema


 El tercer día de camino, desde los pinares de Aznalcazar hasta la parada de la Venta de Mauro es el más largo, unas siete leguas, pero es el que más emociones contiene. Los que vienen con nosotros se quedan una tanto alucinados, si no, perplejos por las cosas que en ese camino ocurren. Son como momentos mágicos, nunca buscados, que se nos dan de repente y llenan el corazón de la extraña sensación de la plenitud…
 
Muy de madrugada, el miércoles, se inicia la Misa del Alba. Legañosos, sin tiempo casi de habernos lavado la cara,  con el cuerpo que te pide más tiempo de sueño pero con el alma que quiere madrugar,  bien abrigados, que las mañanas de la marisma son frías y húmedas. Es noche todavía, rodeados de altos pinos con copa de sombrero, pero en el horizonte se dibuja ya una franja de oro joven que es la del sol naciente que madruga, leemos la Palabra de Dios, cantamos aún con la voz ronca, repetimos el gesto de Jesús de partir el pan, comulgamos y acabamos  saludando a la Virgen del Simpecado con una salve. Después de un frugal y rápido desayuno, a andar una legua y media con los rostros llenos de la sonrisa del que sabe que va de camino a la casa a de la Madre. Con la caricia del sol que ya ha salido, poco a poco nos vamos quitando la ropa de abrigo porque el éste va calentando como sólo sabe hacerlo en Andalucía.


Y llegamos a cruzar la corriente del rio Quema, que es el nombre de un cortijo que hay en su ribera. En realidad el rio se llama Guadiamar -¡sí, el mismo río que una industria desalmada sueca, más arriba de su cauce, vertió todas los barros tóxicos inundando su lecho de veneno!-. El trabajo exhaustivo de limpieza lo dejó mejor que estaba y ahora el cauce por donde pasan las hermandades esta ampliado y es más cómodo de cruzar para las carreta




El agua  llega a las pantorrillas y a lo sumo, a la rodilla pero hay que descalzarse de las botas y no ir a pie desnudo, ponerse unas zapatillas por causa del lecho pedregoso del río y arremangarse pantalones y batas lo mas posible. Al llegar a la vera de río, los romeros nuevos son bautizados por sus padrinos, veteranos, con nombres que han elegido inspirados en el ambiente natural que les rodea: “junco del quema”, “lirio de las marismas”, “ciervo del coto”: en broma, con ingenuidad y algo de cursilería, manifiestan su alegría de haber cruzado el Quema a pie. La carreta, con los bueyes con el Simpecado, entra también en el agua que siempre está muy fresca y allí en el centro, rodeado de los hermanos se canta la salve y un montón de sevillanas rocieras. Después se sale del agua y se da tiempo a la gente para que se sequen, se coloquen los calcetines y calcen las botas.

Siempre este cruce del vado del río Quema lo he comparado –salvando las distancias- con el paso del mar Rojo, que otros peregrinos –los israelitas- hicieron para llegar a la Tierra Prometida. Tiene su mística: el breve camino de agua que atravesamos es como un baño purificador, porque todo camino bien hecho, además de ensuciarnos de barro, nos purifica. El Quema está además a mitad del camino que hace Valencia: ¡también es el paso del ecuador!
Tornamos pues al camino –ya aparecen las arenas revueltas que dificultan los pasos- y después, a la sombra de eucaliptales cercanos ya a Villamanrique, se almuerza por todo lo alto.

martes, 5 de julio de 2011

Silencio sobre Dios


NO ME HABLÉIS TANTO DE DIOS,  dejadme que yo mismo, si existe, dé con él, que lo detecte en su silencio y escondite, él tan tímido. Lo haría mío. Y juro que no hablaría a nadie de él, precisamente para no estorbar con mis locuacidades huecas sus nuevas posibles epi­fanías. Trataría de no interferir. Cada uno —por lo que veo— hace su Dios según le vaya, y lo gritan, lo traen y llevan, lo alborotan en iglesias, jaimas y minaretes.
Yo amo el silencio y hago de él mi almohada, mi agua mañanera, mi sol y mi jornada. No me aver­güenza decir que el silencio es mi droga. Me gusta que el silencio me envuelva de vez en vez, respirarlo, palparlo, adormirme en él, morir y deambular por ahí —no sé dónde— de puntillas, sin hacer ruido. Los judíos no pronunciaban el nombre de Dios por no disturbarlo, para que no fuera deteriorándose al roce de los labios de los mortales.  Dios deberá ser —creo—esencialmente silencio, duda y búsqueda.
(Del libro: Plegarias ateas, Madrid. PPC 2011) Autor: Ignacio Rueda.
[Unas oraciones que los creyentes deberíamos también rezar]

Sursum corda!

Discurso de Aragorn ante la Puerta Negra.

Hijos de Góndor y de Rohan, mis hermanos, veo en vuestros ojos
el mismo miedo que encogería mi propio corazón.
Pudiera llegar el día en que el valor de los hombres decayera,
en el que olvidáramos a nuestros compañeros
y se rompieran los lazos de nuestra comunidad.
Pero hoy no es ese día.
En que una hora de lobos y escudos rotos
rubricarán la consumación de la edad de los hombres.
Pero hoy no es ese día.
En este día lucharemos,
por todo aquello que vuestro corazón ama de esta buena tierra,
¡Os llamo a luchar, hombres del Oeste!.
[De “el Señor de los Anillos”. Creo que entendéis a qué se refiere hoy este discurso]