Es claro y manifiesto que Joan Ribó, el
nuevo alcalde de nuestra ciudad no posee los mismos modos y estilos que la
anterior alcaldesa de Valencia. Yo creo que hacía mucha falta que en el
Ayuntamiento se abrieran ventanas y se apartaran tantos muebles viejos. Claro
está que para muchos, su gobierno de la ciudad, su modo de hacer es criticable
y hasta aborrecible.
Para los ciudadanos que se dicen cristianos
viejos y para la oposición beata y otros poderes fácticos, es también un
hereje, un heterodoxo, cuando no, un blasfemo. Y así, en cuanto toma una
decisión que parece alterar ancestrales tradiciones o derechos adquiridos que
tienen una cierta ambigüedad histórico-religiosa, enfrentamientos y críticas le
caen por doquier con toda suerte de improperios.
Ocurrió en octubre, cuando la “señera” no
entró en la catedral para cantar el solemne Tedeum de acción de gracias.
Demasiado religioso para un acto cívico. En noviembre le llovieron piedras
cuando decidió que las salas de ceremonias de los tanatorios no tuvieran fijo
un escenario religioso (o sea imágenes de santos). Rocas y pedruscos cayeron
sobre su cabeza. Después se ha visto que a la familia del difunto que quiere
una ceremonia religiosa no le faltan en el altar imágenes piadosas.
¿Y ahora qué, cesará la pertinaz lluvia? Ayer
el alcalde visitó el centro "logístico" situado en la iglesia de San Lorenzo que está
enfrente de las Cortes, donde están organizando el Encuentro de Jóvenes del
movimiento espiritual cristiano de Taizé. “Peregrinación de confianza” lo
llaman. En sus declaraciones invitó a
toda la ciudad de Valencia a que en sus hogares acogieran a los jóvenes
peregrinos. No invocó argumentos religiosos que a él no le competían, sino
sencillamente humanistas, solidarios, culturales y ciudadanos. Son unas muy
buenas razones. Resumen: el alcalde no es un comecuras.
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