sábado, 17 de septiembre de 2016

Sobre la razón y el diálogo



¡Qué falta nos hace invitarnos todos al diálogo, o sea a buscar la solución de nuestros problemas a través de la palabra, de las argumentaciones, de las razonamientos! Prescindir de la razón es el camino más corto hacia el fracaso, hacia el engaño. “ La palabra, el Logos, nos es común, es un bien compartido. La lengua nos une sólo a los nuestros, pero el lenguaje nos emparenta, nos hermana con todos los seres racionales...Como decía María Zambrano, el diálogo es una razón con entrañas, una razón que no humilla la vida, que conduce directamente a la vida”.

Esta breve historia del dialogo y su necesidad he leído esta mañana, sábado 17 de septiembre, en el artículo de Opinión que ha publicado “El País”, “¿Por qué no lo hablamos?” escrito por Manuel Fraijo.

Os invito a leerlo. 

viernes, 9 de septiembre de 2016

Yo pregunto

Viñeta de "El País", hoy.

Hoy sólo me pregunto, ingenuo de mí, por qué mi Iglesia no pide la opinión al pueblo fiel, es decir, a los laicos, cuando ésta toma decisiones importantes y relevantes que implican a todo el Pueblo de Dios y se ocultan las razones de esas decisiones. Es sólo una pregunta.


¡Me duele la Iglesia!

miércoles, 7 de septiembre de 2016

La cualidades de los obispos: mi amigo volvió a la carga.



Ayer mismo, mi amigo N, volvió a la carga, sobre el tema de los obispos y me trajo, medio sorprendido, medio escandalizado el texto que reseñé en una anterior entrada de este blog, donde San pablo aconseja cualidades a la hora de elegir a un obispo. Le dije a N, mi amigo, quién me extrañaba que estuviera sorprendido, puesto que este texto alguna vez se lee en la iglesia.
 1Tim, 3. “Si alguno anhela obispado, buena obra desea. Pero es necesario que el obispo sea irreprochable, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; que no sea dado al vino ni amigo de peleas; que no sea codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad; pues el que no sabe gobernar su propia casa (….) También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo.”

N, mi amigo, me dijo que le parecía muy fuerte en que San Pablo avisara de no recomendar a los que tuvieran problemas de fidelidad en el matrimonio (¡¿Un obispo bígamo!?) o les gustara empinar el codo… Así andaban entonces las cosas - le dije-, y “en mi casa cuecen  habas a calderadas” y también que hay que apear del romanticismo e idealización de aquella iglesia primitiva a la que todos aspiramos a retornar.
 
Recordé entonces unas palabras del papa Francisco donde el relataba lo que deben ser las cualidades de un Obispo:
“En la catequesis de hoy, podemos hacernos la pregunta qué se pide a los obispos, presbíteros y diáconos para que su servicio sea auténtico y fecundo.
San Pablo, en sus cartas pastorales, además de una fe firme y una vida espiritual sincera, que son la base de la vida, enumera algunas cualidades humanas, esenciales para estos ministerios: la acogida, la sobriedad, la paciencia, la afabilidad, la bondad de corazón… cualidades, que hacen posible que su testimonio del Evangelio sea alegre y creíble.
El Apóstol recomienda, además, reavivar continuamente el don que han recibido por la imposición de manos. La conciencia de que todo es don, todo es gracia, los ayuda a no caer en la tentación de ponerse en el centro y de confiar sólo en ellos mismos. Uno no es obispo, presbítero o diácono porque sea más inteligente o tenga más talentos que los demás, sino en virtud del poder del Espíritu Santo y para el bien del santo Pueblo de Dios. La actitud de un ministro no puede ser nunca autoritaria, sino misericordiosa, humilde y  comprensiva.” 

Nuestra conversación acabó de lo más plácidamente posible. Yo le pregunté que cuáles serían para él las cualidades mejores para un Obispo. Y me contestó: “que sea muy humano, que no se esconda de la gente, que esté al día de las cosas verdaderas que pasa en la calle y no en la prensa, que este a gusto con nosotros, los laicos, y  también con sus curas y que sobre todo, sea un creyente cabal en Jesús Lara resucitado, la alegría del mundo.


"Julieta", de Almodóvar, aspira al Óscar


La última película de Pedro Almodóvar, “Julieta”,  ha sido seleccionada por la Academia Española del Cine para representar a España en la 89 edición de los Oscar en la categoría de mejor película de habla no inglesa, que se celebrará el 26 de febrero. “Julieta” nos cuenta cómo una mujer, al tener noticias de su hija, de la que no sabe nada desde hace tres años, decide escribir sobre ella durante el viaje en un tren, desde el día en que conoció a su padre.
 
En cierta manera era de esperar que la academia de cine español optara por la esta última película del director manchego, ya que es, en este momento, el cineasta español más conocido en el mundo entero, y especialmente admirado por los norteamericanos. Además, se lo merece: “Julieta” es una espléndida película, más intimista que las anteriores de Almodóvar, sin muchas de las ocurrencias a veces extravagantes y otras provocativamente horteras de otras. Demuestra además que Almodóvar es, todavía, a un gran cineasta, que tiene muchas cosas que decir, aunque a veces sus cintas vayan disfrazadas por ese estilo visual que a algunos despista o enerva. Acercarse a su cine, sin prejuicios, con ánimo abierto y liberal puede hacernos descubrir las muchas cualidades artísticas y humanas que su cine, de escaparate frívolo, esconde.


Las otras dos películas que optaban a esta denominación son “El olivo” -para mí una película "plasta", voluntariosamente sermoneadora y  con mucha moralina dentro- y “La novia” –una bella y actualizada adaptación de “Bodas de sangre” de García Lorca- , que yo hubiera preferido para optar al Oscar, por cuanto es una película espléndida y,  además,  realizada por un director joven al que hay que apoyar.

domingo, 4 de septiembre de 2016

La alegría del amor



Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que necesite comida, Cuando tenga sed, dame alguien que precise agua, Cuando sienta frío, dame alguien que necesite calor. Cuando sufra, dame alguien que necesite consuelo, Cuando mi cruz parezca pesada, déjame compartir la cruz del otro, Cuando me vea pobre, pon a mi lado algún necesitado. Cuando no tenga tiempo, dame alguien que precise de mis minutos, Cuando sufra humillación, dame ocasión para elogiar a alguien, Cuando esté desanimado, dame alguien para darle nuevos ánimos. Cuando quiera que los otros me comprendan, dame alguien que necesite de mi comprensión, Cuando sienta necesidad de que cuiden de mí, dame alguien a quien pueda atender, Cuando piense en mí mismo, vuelve mi atención hacia otra persona. Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos, Dales, a través de nuestras manos, no sólo el pan de cada día, también nuestro amor misericordioso, imagen del tuyo.

(Madre Teresa de Calcuta)

Seguir a Jesús es dificil (A propósito del Evangelio del Domingo)



Adaptación para niños de Lc 14, 25-33
Mucha gente iba con Jesús. Un día, él les dijo: «Si alguno viene conmigo, tiene que dar más importancia a lo que yo le proponga que a cualquier otra cosa. Más incluso que a sus padres, a sus amigos, a sus cosas… Sé que es difícil, pero tenéis que aprender a cargar también con vuestra cruz». 

Entonces les animaba a pensarse bien las cosas: «Veréis, esto es como si te vas a construir una casa. Si la empiezas, y luego resulta que no tenías dinero para hacerla, se te va a quedar todo a la mitad. Ya verás qué faena. O si organizas un partido, y quieres jugar tú solo contra diez ¿no es mejor pensar bien y hacer equipos equilibrados? Si no, el partido va a ser muy aburrido.


Pues también tenéis que pensar que vivir mi evangelio es difícil. Es bonito, pero difícil. Es exigente. ¿Estáis dispuestos?»
De "Rezando voy".

Cómo se hace un obispo


El otro día N., un buen amigo, creyente tradicional y cristiano cabal, me preguntó que quién era el que elegía y nombraba a los obispos. La pregunta me pareció ingenua e indiscreta. Le contesté, con rapidez y desparpajo, que los laicos y los curas, no los eligen. Porque aunque sabemos que es el papa y los obispos quienes los nombran, a veces llegar a ser obispo y conocer el trayecto que han recorrido para llegar a ese cargo, es en nuestra I
glesia, casi un misterio. Hay pareceres, opiniones, informes, filtros, simpatías, apreciaciones e incluso favores. También, consultas, escrutinios, dosieres y cartas secretas de nunciatura… un camino largo y abstruso hasta que se llaga a obispo.

Como tantas cosas en nuestra iglesia, todo humano, muy humano. Y se supone del que ha sido electo como Obispo, que debe tener las cualidades que San Pablo invocaba para serlo. (Véase la Primera Carta a Timoteo, capítulo 3) o sea, con palabras de hoy prudencia, inteligencia, sentido pastoral y acendrada y probada fe.

Al inicio del cristianismo, como también ahora, esas son las condiciones en principio que se exigen para adornarse la cabeza con la mitra (un tocado que a mí me parece hoy día totalmente trasnochado), pero sin embargo, algo fundamental hoy se ha olvidado: que eran las comunidades cristianas quienes presentaban los nombres de los candidatos al obispo para que éstos que fueran elevados a la sede episcopal (otra expresión con carga clerical).


Creo que mi amigo N., que siempre se queda con interrogantes en la cabeza, no quedó muy esclarecido con respecto a su pregunta.

viernes, 2 de septiembre de 2016

Equivocarse





  “No pretendemos defender nuestras equivocaciones, pero tampoco queremos cometer la mayor de todas: la de quedarnos de brazos cruzados -y no hacer nada- por miedo a equivocarnos”. 
(Padre Arrupe, SJ”)