sábado, 8 de julio de 2017

CUARENTA Y SEIS AÑOS DE CURA

Hoy hace 46 años



Así es. A esta misma hora, en una tarde muy calurosa de aire de poniente que hacía de la calle un horno, en la catedral de Valencia, un servidor recibía, con temor y temblor, el sacramento del Orden Sacerdotal. Junto con veinte y tantos compañeros más, la Iglesia (id est: la comunidad de los creyentes en Jesús el Señor) me hizo cura y yo,  con toda la ilusión del mundo, me ligué con mis compromisos a ella. El Arzobispo que me ordenó era Don José María García Lahiguera.

Aquel ocho de julio comenzaba mi camino de la vida de sacerdote. Tenía  veintiséis años: con errores y fallos, con aciertos y logros y, como siempre, sin la falta de la ayuda del Señor. Aquel ocho de julio de 1971 es lógicamente inolvidable para mí.


A mis amigos les pido, como siempre, que me ayuden con su amistad y su oración.

EN UNA COMUNIDAD


"Ser cristiano es leer el evangelio en una comunidad a fin de traducirlo en actos de nuestra vida. Y este cristiano del siglo XXI definirá su fe no tanto por su vida de piedad  como por su ciudadanía.” 
De ”Creer a pesar de todo  / Conversaciones libres sobre el presente y el futuro del catolicismo", de Joseph Moingt . Editorial Mensajero, Bilbao 2017.

lunes, 3 de julio de 2017

YO SOY TOMÁS EL CREYENTE Y EL INCRÉDULO

Yo soy Tomás, el creyente y el incrédulo



Celebra hoy la Iglesia la memoria solemne de Santo Tomás, el apóstol de Jesús. Fue elegido por él a dedo y con él estuvo hasta el final, pero… era reacio a creer en él después de su muerte. La resurrección era un palo duro para su fe. Seguramente, Tomás lo recordaba en su presencia física, con gozo y dolor, con la nostalgia alegre y triste de un ser perdido y ahora ausente por la muerte. Contra todos sus compañeros, entusiasmados y casi visionarios, no podía aceptar que Jesús siguiera vivo. Así que éste tomó cartas en el asunto, y le empujó a creer.Tomás el reacio dijo “¡Señor mío  y Dios mío!”. Y se zanjó la cuestión.

¿Se zanjó la cuestión? Me pregunto si las dudas de Tomás quedaron resueltas para siempre. Pienso que como en todos los humanos, evidencia y duda, preguntas intrincadas y respuestas claras le acompañarían toda su vida. La tradición narra que el escéptico y creyente Tomas, murió valinetemente proclamando su fe firme en Jesús de Nazareth, el Resucitado.


Hoy es pues, la fiesta del apóstol Santo Tomás, a quien considero mi tutor que me acompaña en esta fe en Jesucristo que me posee: a ratos fuerte y permanente, y otras veces débil y titubeante. ESpero como él, morir en el seno de mi Iglesia.

domingo, 2 de julio de 2017

MADAMA BUTERFLAY… PARA TODOS



Antes de anoche, por La2 de Televisión Española, pude disfrutar de la visión y escucha de la ópera de Puccini sobre la dama japonesa abandonada por su esposo americano. Era una emisión grabada de la sesión qu  se estrenó en el Teatro Real de Madrid. La novedad es que se emitía para todos y que se habilitaron enormes pantallas en distintas ciudades españolas para ser vista por numerosos ciudadanos al aire público. Una iniciativa de La2 de la televisión pública que debería cuidar y fomentar más los espacios culturales. Es también y seguramente, una alternativa a tanto espectáculos ruidosos y entretenimientos estrepitosos (y vulgares) que se ofrecen para combatir el aburrimiento y soportar los calores del largo y cálido verano. No sé si ante la gran pantalla, y en la plaza pública la gente se llevó sus palomitas y refrescos para seguir esa historia tan sensible que a mí siempre me emociona de la mujer “sola, perduta e abandonata” hacia quien Puccini siempre prestó inmensa atención.

Está bien eso de promocionar esta clase de espectáculos, a ver si así se levanta un poco el nivel de la cultura que este gobierno tan olvidado tiene.


Aunque no me gustó nada la puesta en escena de la ópera (me pareció ramplona y muy pobre, con un vestuario de teatro de pueblo y un decorado que más parecía Alicante que Nagasaki) si me pareció plausible su interpretación musical (la bellísima partitura prevalece) especialmente la de la soprano que encarnaba a la Buterflay. Me hizo llorar, como siempre me ocurre, en el tercer acto. Pasé una buena velada nocturna, solo, en mi casita, delante de mi gran pantalla de televisión, sin comer palomitas pero con una taza de té...