Las dos mujeres, allá en Ain Karem, un lugar cercano a Jerusalén que parece un paisaje suizo, se besan y abrazan sintiendo las caricias de la vida en su vientre. María se llega hasta allí para servir y ayudar a su prima. La alegría que les nace no solo es por la acción de Dios, sino también por esa actitud de ayuda y servicio que viven.
¿Sabrían ellas también que por su medio, Dios alumbraba al mundo la alegría de que a partir de entonces se hacía posible que todo cambie? María visita a Isabel y nosotros sabemos que con ellas, lo imposible siempre llega. Ellas dos, madres de la imposible alegría, adelantan la construcción de la utopía del Reino.