¿Qué os parce si hubiera un maestro que estuviera vigilando a su discipulo después de haberle enseñado por ejemplo, a leer y escribir? ¿Que estuviera controlándole toda la vida para que no tropezara en la lectura, o no cometiera faltas de ortografía o so se engañara en la redacción de un escrito? ¡Ese maestro no sería tal, sería un tirano y un déspota y su discipulo un pelele, un inutil y un esclavo!
Pues eso es lo que no hizo el Señor con aquellos discipulos primeros: la Ascensión del Señor tiene una de estas lecturas: el Maestro deja a sus discípulos para que sean libres, se arreglen solos y continúen y amplien la enseñanza del maestro: instaurar el Reino de Dios como el empezó a hacerlo. (Nos enviará al Espiritu Santo como ayuda, pero eso es otra música).
Así que ya sabemos: Jesus nos abandona no para dejarnos huérfanos y sin norte, sino para que seamos libres y emprendedores de instaurar aqui en la tierra lo que el queria: más amor, más justicia, mas libertad, más solidaridad... ¡nosotros solitos, libres y con la posibilalda de equivocarnos! ¡Bendita libertad!
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