No la voy a mostrar en la fotografía, porque me repugna y casi ni quisiera hablar de ello. Pero he de decirlo: los artistas contemporáneos “oficiales” (aquellos a los que se les permite exponer en la Bienal de Venecia), ha tiempo perdieron el rumbo y su destino –crear bien, verdad y belleza-, aunque nunca pierden el dinero. Lo digo por una “muestra magistral de arte”, una idea “descomunalmente original” a que a un artista italiano se le ha ocurrido. Una reproducción de la Pietá del genial Miguel Angel: la dulce Madonna, de bellísimo rostro casi adolescente y resplandeciente de la ternura que puede sentir una madre ante la muerte de su hijo y cuyo cuerpo bellísimo y juvenil, el de Jesús, su hijo, desligado del rigor de la muerte y confiado, reposa a en el regazo de la madre que le dio la vida.
Pues bien el “inspiradísimo” artista ha reinterpretado la Pietá cambiando la cabeza de María por una siniestra calavera y a Jesús lo ha permutado por una escultura de él mismo con un traje de Armani de cuyo camal del pantalón sale una cucaracha. Las intenciones del artista, su fuerza creativa y artística: provocar una nueva espiritualidad, un distinto misticismo (dixit). ¡Sí: el de la muerte y el de la nada!
Verdaderamente indignante: y no aumento mi indignación por lo que la ministra Sinde ha subvencionando para la representación artística de España en la Biennale: 800.000 euros.
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