Tres verderoles me regaló mi amigo.
tres verderoles que piaban
y daban saltitos en su estrecha jaula.
Hace dos días campaban sueltos por el monte y sus árboles
y ahora, nerviosos, chocaban con los alambres de la jaula.
¡Buscaban ser libres!...
De pronto, a mí me dio un arrebato:
les abrí la puerta de la jaula
y los tres volaron perdiéndose en el cielo.
Me sentí más libre.
(Espero que mi amigo me perdone:
no he menospreciado su regalo:
lo he valorado infinitamente mucho más).
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