Mirando al "Papamoscas" |
He
estado tres días en Burgos, participando del ENCUENTRO NACIONAL DE COFRADÍAS,
que se celebraba en dicha ciudad. Parece ser que había cierto desconcierto. Parece
que algunos proyectos que tenían se quedaron en agua de borrajas pues no
llegaron las subvenciones. Normal en estos tiempos que corren. Ni alcalde ni
arzobispo se presentaron a la inauguración, aunque este último presidió la Eucaristía
de Clausura del domingo en la maravillosa catedral burgalesa.
Algunas
de las variadas actividades “extracongresales” fueron muy interesantes. La visita a la
Catedral, el museo de la Evolución Humana, recién inaugurado, donde se expone
gran parte de los hallazgos y trabajos que se
realizan en la cercana Atapuerca. Yo, además, me tomé un día libre para hacer más visitas.
Y
luego Burgos, la ciudad de Burgos, una recogida, antigua, histórica ciudad que
no renuncia a la modernidad y con un manifiesto sabor norteño. Aunque a mí me
tocó alojarme en un hotel de las afueras, estaba situado en el mismo camino de Santiago.
Desde mi ventana, veía a primera hora cómo pasaban los peregrinos, pertrechados
de sus mochilas, robustas botas de andar y cayado de caminante, en dirección a Santiago
de Compostela.
Y además,
frío, mucho frío en Burgos, en este final de septiembre en que en Valencia
todavía colea, pese a la gota fría, el calor de este agobiante y tórrido
verano.
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