Estos días se están pasando por WhatsApp, las
fotos de algunas portadas y viñetas de la revista “Charlie Hebdo”, sobre todo
las que tienen que ver con la crítica, mofa y burla a las creencias de la religión
cristiana. Aunque ya conocía algunas, al verlas de nuevo, no puedo dejar de
echarme las manos a la cabeza: tan hirientes e insultantes son. Claro que
provienen de un origen donde todo es posible: el humor, el sarcasmo, la
irreverencia. Así son las revistas satíricas. Por eso no hay que darle mayor
relevancia que la que tiene.
Claro está que estas caricaturas son muy difíciles
de tragar. Pero éste es el impuesto que exige una sociedad con libertades. La
libertad de pensamiento, de opinión, de religión, de expresión debe ser en
nuestras democracias lo más extensas posibles. Y su frontera está en el respeto
a la persona humana, a su propia vida. Ese es el límite que se han saltado los
terroristas de la Jihad.
Lo difícil es separar creencias e ideologías
de la persona y su conciencia. Cuando aquellas conforman e interfieren la
personalidad del creyente, ¿dónde está el límite, la delgada línea roja que
marque lo que es criticable y objeto de mofa de lo que es totalmente
inviolable?
No se puede matar a un ateo o a musulmán o a
un cristiano pues por sus ideas o creencias religiosas. Pero muchas veces políticos,
alta diplomacia, medios de comunicación miran para otro lado cuando a sus
intereses no toca. Y si no, ¿por qué ese silencio tan abrumador de la comunidad
europea sobre la terrible persecución que los cristianos de Oriente medio (por
ejemplo, Irak) o en África está sufriendo?
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