Hoy es Miércoles
de Ceniza.
El altar del
templo ya nos espera y nos dice: ¡convertíos! Mudar la vida. Cambiar las cosas.
Desterrar las ideas estúpidas, meteros en la cabeza las cosas que siempre salen
nuevas: la autenticidad, el amor, la libertad, la alegría, en fin, la vida
misma.
Hoy es Miércoles
de Ceniza y empieza ese tiempo que es el de la austeridad. Saber descubrir las
cosas que importan, perder a sabiendas lo que nos sobra. Prescindir de tantas y
tantas muletas que nos impiden andar ligeros.
No me gusta
llamar Cuaresma al tiempo que hoy empieza, hoy que es miércoles de ceniza. Porque
me recuerda a la oscura Edad media, el tiempo que sólo se pensaba en el dolor y
en el sufrimiento, el tiempo en el que Cristo parecía no sonreír, atado y
colgado en una cruz. El tiempo en que el luto era el hábito cotidiano.
Hoy es Miércoles
de Ceniza, y hay que recordar que hay una luz brillante, radiante, meridiana
que nos aguarda. Hacia ella caminamos, la Buena Noticia de Jesús nos abraza.
Hoy es Miércoles
de Ceniza: ¡Creed el Evangelio!
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