Esta mañana, en los salones parroquiales ha habido una asamblea de antiguos trabajadores de astilleros que en su tiempo fueron despedidos de su empleo con una remuneración injusta. Han formado una plataforma reivindicativa y todos los años hacen su reunión en el Salón de actos de Parroquia. Al acabar, uno de los asistentes ha entrado en el pequeño patio-jardín que tenemos en el complejo parroquial y al ver tantas plantas y flores se ha quedado encantado. Él también -me ha dicho-, cultiva en su sencilla casa de campo plantas y flores y cuida con mimo sus rosales porque le gustan mucho. Tanto que se dedica a pintar al guache rosas, que dibuja en unas pequeñas cartulinas y que las saca de fotos y grabados que recoge. Llevaba bajo el brazo una gruesa carpeta con papeles de la reunión y algunas muestras de su arte y me las ha mostrado con orgullo de artista y emoción de poeta.…Después me ha hablado de Dios, de su Dios que dice que guarda silencio y que parece jugar al escondite con él. Me confió que le reza todos los días pero que también todos los días se le oculta. Le gustaría sentirlo en su corazón y me dice que esa ausencia de Dios que siente le deja el alma vacía, solitaria, triste. ¿Diré que me ha emocionando profundamente? Él, según me ha dicho, fue niño nacido en tiempos de la República y sus padres lo bautizaron ya mayor, cuando acabó la aborrecible Guerra Española. Seguramente, impelidos por aquel nacionalcatolicismo que Franco y los obispos y curas de aquel ominoso tiempo de la posguerra impusieron acumulando así más poder y privilegios para ellos y más opresión para el pueblo y coacción de sus conciencias.
El buen hombre se ha ido emocionado, me ha dicho: me voy con una sonrisa en el alma. Gracias. Adiós.
No hay comentarios:
Publicar un comentario