El Real Madrid ha borrado de su
escudo la pequeña cruz que remataba la corona monárquica que explica su
adjetivo de “real”. Lo ha hecho a instancias de los países árabes con los que
parece ser que tiene pingües negocios. Lo mismo se hizo tiempo ha en el club
del Barcelona, que borró su amada e identitaria cruz de San Jorge.
¿Han renunciado estos dos afamados
clubs a su identidad cristiana? ¿Será este signo un gesto de apostasía? En
absoluto. Esto es simplemente un asunto de negocios económicos, o como se dice
en el Barça, “la pela es la pela” y para ganarla se pasa por donde haga falta. Pero
a buenas horas los equipos musulmanes, renunciarán a su “media luna”. Hay que recordarlo: no existen naciones,
sociedades, “equipos deportivos” cristianos. Tal vez los y amemos así para
entendernos. Es cristiano aquel que se adhiere por la fe a la persona de
Jesucristo, recibe el Bautismo e intenta en consecuencia un cumplir con sus
compromisos. No hay instituciones cristianas, porque éstas no pueden
personalmente ni creer ni recibir el bautismo.
A mí el deporte como negocio, como
empresa económica, como espectáculo visual me causa singular aborrecimiento. No
trago la histeria y el ruido mediático que hace mundo del deporte. Me produce
espanto las risas y sonrisas, lágrimas y lamentos, saltitos de alegría y gestos
estúpidos que algunos deportistas de élite realizan. Y alucino ante la gente
que al verlo, se le cae la baba. Eso sí, me llena de admiración y respeto la
gente anónima que sacrificando sus horas, hacen deporte, en minúsculas
instalaciones públicas, o corriendo por parques y campos.
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