Ayer sábado, en esta parroquia, además de atender al Tanatorio por la mañana, a la tarde celebramos tres bodas y la misa de la víspera de domingo. Hoy, Día del Señor, junto a las dos misas dominicales hemos realizado un entierro y tres más en el Tanatorio. Menos mal que excepcionalmente no había ningún niño para bautizar. Ésta es a veces la realidad de un párroco de ciudad, donde los actos de culto numerosos –en esta Parroquia es así- te convierten en una maquina de decir misas o de rezar oraciones.
Pero alguien tiene que hacerlo. Yo procuro luchar contra la rutina, celebrar sin prisas y sin inercias, y así luchar contra la actitud que te convierte en un funcionario de lo sagrado. Bien me gustaría, como cuando empezaba de sacerdote, dedicarme a las pastorales juveniles y demás movidas religiosas, pero a cada uno le ha tocado una parcela distinta de la Iglesia.
Ahora me ha ayudado el coadjutor que todavía está conmigo, pero éste, que se marcha a otra parroquia para ser su párroco dentro de diez días, me va a dejar sólo prácticamente pues aunque tengo un cura adscrito, éste es una especie de “trostkista” clerical, que ya veremos cómo me ayudará.
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