Ando pasando unos días de vacaciones con un grupo de antiguos amigos a
una de las zonas más aéreas de los Pirineos: el valle de Benasque. Naturalmente,
la compañía de los amigos y el contacto con la naturaleza me renueva y me rejuvenece.
Aunque no me libro del calor (aquí en las horas meridianas el sol de montaña
aun es más inclemente y se te clava en la piel) por la mañana y por la tarde las temperaturas son tan frescas que
son verdaderamente una delicia.
Hago buenas caminatas que tensionan y relajan a la vez el cuerpo. Yo
hago lo que puedo, que mis piernas ya no están para muchos trotes (Mis amigos
se lanzan a los abruptos montes). Pero aún así hago bastante ejercicio que me
ayuda a estar físicamente más apunto.
Y luego está la "mística"
de la montaña. En medio de estas altísimas cumbres, entre una naturaleza salvaje
y bella, en medio del silencio de los bosques profundos, del estruendo de los torrentes
que se rompen en potentes y blancas cascadas y del sonido del viento que canta
en las cumbres, ¿cómo no elevar el corazón hasta el creador al que debemos el
don de este mundo tan maravilloso?
No hay comentarios:
Publicar un comentario