Leído en “El País” de ayer domingo, 28 de julio de
2o15.
“En realidad uno perdona porque no tiene más remedio;
perdona para aliviarse y poder seguir viviendo", explica Daniel Fernández
Carril, de 28 años. La víspera de la nochebuena de 2005, este gallego natural
de Cartelle (Ourense) tropezó en la carretera con un conductor ebrio que iba a
cambiar su vida para siempre. Aurelio invadió el margen contrario y se empotró
contra él, que conducía una moto. Cuando se despertó en la cama del hospital le
habían amputado una pierna y practicado una colostomía -“Me dijeron que tendía
que vivir siempre con la tripa fuera”, recuerda-. Daniel tenía entonces 18
años. Ahora, una década después, protagoniza un documental, Mil sorrisos e un perdón (Mil sonrisas y un perdón en gallego), que recoge el
momento en que perdonó al hombre por el que dejó de ser la persona que era.
“Necesitaba perdonar, hacerlo por mí, aunque olvidar
es imposible”, asegura. “Sobre todo cuando tienes tantos dolores”. Quería ver
cara a cara a aquel hombre, que se pusiera en su lugar, que se arrepintiera. Le
buscó, localizó su dirección y le escribió una carta relatándole cómo habían
sido los últimos diez años de su vida. En la misiva le ofrecía su perdón con
una sola condición: “que se propusiera ser la mejor persona posible”. Aurelio,
el conductor de mediana edad que le había arrollado aquella víspera de
nochebuena, contestó dos meses después, contándole que también él había sufrido
por ser el responsable de tanto daño y que, aunque se había rehabilitado,
aquella noche pesaría sobre su conciencia toda su vida. Tras el intercambio de
cartas, fijaron fecha para un encuentro. Y un amigo de la infancia, Bruno
Nieto, decidió convertirlo en este documental estrenado hace unos días en
Celanova (Ourense).
Aurelio accedió a ponerse ante la cámara. La cinta lo
muestra en los nueve minutos finales. Sentado junto a una mesa, en una
impersonal habitación, clava su mirada en la puerta por la que va a entrar la
víctima de su mayor error. Cuando Daniel llega, los ojos de Aurelio se van
directamente hacia la pierna ortopédica. Le escucha en silencio. "No me
esperaba este momento. Te estoy muy agradecido por esto", le responde, al
terminar. “Por muy mal que yo lo haya pasado, no hay punto de
comparación". Daniel le tranquiliza: “No soy capaz de guardar rencor, no
quiero hacerlo". Y finalmente, le pide un emocionante abrazo. Ninguno de
los dos es capaz de contener las lágrimas.
Daniel ha prescindido del rencor, ha pasado página.
Asegura que en cuanto lo hizo, el destino lo premió con una novia
-"Impresionante en todos los sentidos y guapísima, guapísima",
repite-. La conoció casualmente en la presentación de Mil sorrisos e un perdón en el Festival de Cine de Ourense, al que ella fue por
puro azar.
http://politica.elpais.com/politica/2015/06/26/actualidad/1435335813_521710.html
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