domingo, 27 de octubre de 2013

Una de humildad (apropósito del Evangelio del Domingo)


Prepotentes y soberbios, altaneros y perdonavidas, orgullosos y sabelotodo, hay muchas personas que van por el mundo como si ellos fueran los únicos habitantes de la tierra. Sólo hablan ellos, no permiten que los demás puedan dar sus argumentos, siempre tienen la razón. Tal vez chillen para ahogar con sus gritos su mala conciencia, o el silencio mudo de una vida vacía y sin razón. Quedan descalificados ante los demás, y ¿ante Dios?

Jesús nos habla de humildad y de sencillez en el evangelio de este domingo. Sólo el sencillo el humilde podrá ser escuchado por Dios.

El beato Juan XXIII en su “Diario del alma" escribía: "Lo que considero mi deber es no envanecerme por nada, atribuyendo todo a la gracia de Dios sin la cual el hombre nada tiene. Y he visto cómo mi humilde y ya larga vida se ha ido devanando como un ovillo, bajo el signo de la sencillez y de la pureza. No me cuesta reconocer y repetir que no soy nada ni valgo absolutamente nada. El Señor me hizo nacer de familia pobre y se ha ido preocupando de todo. Yo le dejaba hacer (...) Y mi esperanza se cifra por completo en la misericordia de Jesús, que me quiso sacerdote y ministro suyo, que fue indulgente con mis innumerables pecados y negligencias y me conserva todavía ágil y vigoroso.
Mis defectos y mis miserias por los que ofrezco a diario la misa son para mí motivo de interna y continua confusión. A mis 80 años comenzados lo que importa es eso: ser humilde,  confundirme en el Señor y permanecer en actitud de confiada espera en su misericordia para que me abran las puertas de la vida eterna…”

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