miércoles, 29 de agosto de 2012

En el corazón de las tinieblas



Ando horrorizado y con el corazón encogido, cuando veo en la tele o en la prensa la tristísima y horrible resolución del caso de la desaparición de los dos niños de Córdoba. También, el resultado del juicio del autor de la masacre de jóvenes en Noruega que ha sido juzgado estos días.

Me pregunto qué ha habido en el corazón de esos dos hombres que les movió a cometer esos horrendos crímenes. Miro sus rostros y a la vez no quiero mirarlos, porque pese a todo me parecen rostros normales, como puede ser el mío. Me dan miedo no solo por lo qua han hecho, sino porque esa semilla del mal que ellos han dejado crecer en su corazón, también puede estar en el mío.

Así que le pido a Dios que no permita que en los corazones de los hombres germine la maldad en ese estado puro  que ha surgido en estos dos asesinos. Han sembrado la desdicha a su alrededor y  ellos están ya viviendo en el mismo infierno, en el mismo corazón de la tinieblas.

Mis lecturas de verano



Aunque este verano ha sido muy duro de roer por las olas de insoportable calor que nos han hecho sudar de lo lindo, también ha traído algunas ventajas para mí, al obligarme a estar encerradito en casa: he leído mucho y de todo, pero sobre todo algunas novelas que son los bet-sellers de la temporada: “La delicadeza”, “El abuelo que saltó por la ventana y se escapó” “Descansa en paz”… al final, todo fruslerías, o como se dice, simples lecturas de verano. 

Simultáneamente, y como es vieja costumbre, a la vez he visitado una vez más a mis clásicos: he leído medio Quijote por enésima vez, y esa maravilla de relato corto que es “Las ratas” de Miguel Delibes.

También he hecho mis lecturas sesudas: “El holocausto español” de Paul Preston, que estoy terminando: difícil por lo duro que es.

lunes, 27 de agosto de 2012

Crisis de fe (a propósito del Evangelio)



Las crisis de fe a todos nos pueden sobrevenir… si tenemos antes fe. Y, ahora y aquí, hago mención de la fe religiosa. Cuando la fe es fundamentada y profunda, comprometida y viva, las crisis son casi siempre trasformaciones. Como las serpientes: dejas una piel y te crece otra. Cuando la fe es debil, sin cimientos, cualquier vendaval la derrumba.

Algunas crisis de fe te suceden casi sin enterarte. Tal es la suavidad con que se desarrolla el cambio que casi siempre va  a la par de tu desarrollo psicológica: si tu fe es sana, no será la misma que cuando eras un crío. 

Otras veces, las crisis religiosas se abalanzan y caen sobre ti como un alud de nieve o una avalancha de piedras de una montaña. Un problema personal grave, una enfermedad, la pérdida de un ser querido. ¡Qué oscuridad, qué noche, qué silencio! Y si te pilla desprevenido o con pocos recursos, te rindes, dimites, abandonas… (No es Dios quien te deja, quien calla, quien deserta). 

¡Dios!, ¿dónde estás, por qué estás mudo, por qué te escabulles?

Los israelitas en el desierto ante Josué: “¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios; Él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la esclavitud de Egipto"

Los discípulos que superan la crisis: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? ¡Tú tienes palabras de vida eterna!”

jueves, 23 de agosto de 2012

El padre Ximo: Se fue el padre de los reclusos


Aunque yo personalmente casi no lo conocía –alguna vez le he saludado y hemos cruzado algunas palabras- en este blog no quiero que pase desapercibido mi homenaje a este sacerdote, callado y  silencioso, humilde como pequeño de estatura, pero un gigante entregado toda su vida (cuarenta años) a una pastoral misericordiosa, difícil, pero necesaria: la de la atención humana y religiosa a los presos y encarcelados. 

Joaquín Montes Mollá   (el padre Ximo, como todos lo conocían) falleció la semana pasada (en medio de las ausencias veraniegas) casi de tapadillo, como le gustaba actuar a él. Sé que muchos presos y gente que trabaja en las cárceles sintieron su partida: descanse en paz.

Mongarri: el paraíso



Salvador Sostres, columnista del Mundo, bestia negra de la monocolor prensa progresista, publica hoy en su columna algo muy bonito, que aunque tenga relleno de teología barata, es digno de ser leído y tenido en cuenta sobre todo por los puristas y sacralizadores de todo.
 
Hace un mes yo también estuve en Mongarri, un pueblecito en lo más alto del Alto Arán. En realidad su valle ya no le pertenece  puesto que el río, cuya orilla parece besar la aldea, transcurre hacia  la vertiente del Noguera Pallaresa. Está casi abandonado, intentan restaurarlo y en pie queda,  junto a la iglesita,  la casa del cura que ahora es restaurante. El sitio es uno de los parajes más bellos del Pirineo.

Pero ahí va el artículo:

El santuario

El MUNDO  23/8/ 2012  SALVADOR SOSTRES

DESPUÉS de cruzar el Pla de Beret llegamos al Santuario de Montgarri. Entramos para guarecernos de la lluvia con mi mujer y mi hija. La vida está llena de calamidades y hay sufrimiento en todas partes, pero si lo piensas bien es una maravilla. Este pequeño santuario aranés y mi familia.

Le enseñamos a la niña hacer el signo de la Cruz y ella nos mira con atención e intenta repetir nuestros gestos. Nos acercamos al altar y al cogerla en brazos me doy cuenta de que se ha hecho caca. Pienso en qué lugar podría cambiarla, y decido hacerlo en el altar, que es un gran y desnudo bloque de piedra granítica.

Una turista tuerce la boca al verme y me acusa de irreverente. Simplemente le digo: «Dejad que los niños se acerquen a mí».

La esencia de la Iglesia es la familia. Nada es más digno de reposar en un altar que el amor de un padre por su hija. Dios está conmigo cada vez que le cambio los pañales, cada vez que la saco a pasear o cuando me levanto para darle el biberón de madrugada.

Los padres con nuestros hijos somos las criaturas predilectas del Señor y siempre seremos bienvenidos a su casa humilde y magnífica. Unos pañales sucios no pueden nunca ofender al Creador en tanto que son la materia orgánica de su esperanza. Dejad que los niños se acerquen a mi. Dejad que mi Iglesia sea su casa. Mi hija sonríe en el altar y la luz que entra por los ventanales le da a la escena un aire misterioso y sagrado.

Nunca me he sentido tan cerca de Dios como jugando con mi niña o abrazándola cuando sólo quiere estar con su padre. Éste es el verdadero mensaje de Dios y con este amor derramó la sangre preciosa de su hijo como rescate del mundo. Si se hubiera personificado en el santuario, Él mismo me habría ayudado con los pañales. Dios es amor, carne y espíritu. Que la fe reemplace la incapacidad de los sentidos.

Estoy con mi mujer y con mi hija en el pequeño santuario de Montgarri esperando que deje de llover. A ella le gusta escuchar el eco de su voz resonando en el templo. Ahora está con su madre, que la pasea en el cochecito. La vida es una bendición aunque a veces olvidemos lo que realmente importa. Una tormenta de verano en un pueblo de montaña. Una iglesia donde guarecerse de la lluvia. Un hombre es infinito si puede estar con Dios, su mujer y su hija.