En un "spot" de Televisión Española que intenta promocionar el cine español
y a raíz de la inminente ceremonia de adjudicación
de los Premios Goya, se hace la pregunta que aparece en la pizarra de un aula
de un colegio donde se da la clase de “Jaimito”.
"¿Qué hay que hacer para ganar un Goya?".
Yo
contestaría: por de pronto, lo que no hay que hacer, es el memo porque el anuncio
no puede ser más estúpido, tonto y simplón. Una clase donde unos niños que
son interpretados por actores que parecen descerebrados, juegan a tirarse
pelotillas de papel o volar aviones contra un profesor que no los puede dominar,
es bastante además de visto, tontorrón. (Una vez más se desprestigia al maestro).
Lo que la publicidad quiere es intentar apear al cine español de esos tópicos de
siempre: esos personajes lastimosos que se han paseado con tanta frecuencia por
el cine español. Macarras, policías corruptos, niño/as pijas, chicos atolondrados: toda una fauna que, si aparecen también en otras películas del extranjero, aquí parecen
ser los únicos que pueblan el cine español.
A mí no me gusta el cine español cuando
la película es mala. A mí me gusta el cine español cuando la película es buena. ¿Será esto un prejuicio? La Academia Española del Cine
este año anda muy contenta porque parece ser que habido películas que
han dado buena taquilla. Dicen que este positivo fenómeno se produjo por el impulso
en el año anterior de esa más que mediocre -a ratos, graciosa- película que es “Siete apellidos vascos”. Me alegro pues, por el cine español. Pero de
eso a decir que el cine español goza muy buena salud. Hay tanta basura, disfrazada de cine
graciosillo, películas de y para “amiguetes”... Hay tantos espectadores que huyen de este cine…
Y eso que este año
yo he tenido oportunidad de ver algunas estupendas películas hechas en España: “la
Isla Mínima”,
“Magical girl”, “Hermosa juventud”,
“Relatos salvajes” (aunque ésta es una coproducción) “10.000 km”. Me gustarían que estas películas fueran todas muy bien reconocidas..