viernes, 10 de julio de 2020

DE REGRESO DE VACACIONES


Hoy he regresado de mis vacaciones. Han sido diez días de intenso contacto con la naturaleza allá en el valle de Benasque. Se me ha ofrecido la montaña en todo su esplendor y he disfrutado de las altas cumbres, las impetuosas cascadas y también de las cosas más menudas y tan hermosas como que son los pequeños arroyos las sencillas flores. Sin duda para mí ha sido una gran bocanada de aire refrescante del que he llenado mis pulmones y de cuya pureza y fuerza pienso seguir respirando de nuevo aquí, en medio de la cotidiana vida de la ciudad.

Hay que reincorporarse a la vida cotidiana y rutinaria que a fin de cuentas esa es también nuestra obligación pues no se puede vivir siempre en lo extraordinario y en medio de lo que más nos gusta.

De todos modos, ha sido una gran experiencia en este tiempo extraordinario y tremendo y calamitoso de la pandemia. Cuando estabas en el monte, sin la mascarilla, todo se te olvidaba; cuando ya llegabas a la "civilización" de los pueblos de los valles  comenzaban los cuidados y precauciones que hay que observar. En el hotel, en los restaurantes, en las terrazas, pese a la alegría de la tertulia, se notaba, si no miedo, sí preocupación. Era sin duda una sensación agridulce. Escuchar las noticias en la televisión de que los nuevos brotes estaban relativamente muy cerca no me ayudaba a estar tranquilo


Ahora ya estoy en mi casita, y sin duda esto me da alguna seguridad, pero en absoluto puedo despreocuparme y omitir precauciones. Y más cuando tengo al cargo de mi responsabilidad una parroquia.

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