martes, 12 de septiembre de 2017

TERREMOTOS, HURACANES Y TORMENTAS: ¿CASTIGO DE DIOS?



Las catástrofes naturales siempre han atemorizado al hombre por las gravísimas consecuencias que tienen. Provocan aparte de su marasmo exterior, una conmoción interna y espiritual que le hace plantearse las grandes preguntas. Cuando andaban unidos la creencia en la omnipotencia divina y las leyes propias e inamovibles de la naturaleza, estos desastres naturales se atribuían a Dios que castigaba a la humanidad y obligaban a inquirir sobre la voluntad divina y la existencia del mal en el mundo. Cuando el terremoto y posterior tsunami de Lisboa  en 1755,  Voltaire perdió la fe en un Dios bueno, mientras que su colega Rousseau defendió a un Dios bueno desconectado de la imperiosa necesidad del cumplimiento de las leyes de la naturaleza. El  pensador alemán Kant perdió su optimismo filosófico.

Y así, estos días andamos sorprendidos y atemorizados por las grandes hecatombes naturales que se suceden en las costas de América y en Italia: El terremoto de Chiapas, huracanes que asolan las islas y costas del Nuevo Continente, etc. Por cierto, en las costas de Cuba han perecido muchos más que  en los de La Florida y los medios casi tiene olvidados a los cubanos. El cine ha aprovechado la ocasión de lo espectacular de esos fenómenos naturales para realizar películas muchas veces muy superficiales que reconstruyen esas hecatombes. Hoy, la televisión nos las puede mostrar en directo y somos testigos ante la pequeña pantalla de contemplar con estupor y temblor, cataclismos como el atentado en directo de las Torres Gemelas el grande devastador Tsunami de Japón.

Esa atracción de los espectadores por contemplar la destrucción de la tierra es particularmente frecuente en las películas de ciencia ficción o también las que miran al pasado histórico. En el cine de antes de la posmodernidad muchas de esas cintas tenían un gran éxito. Su público era quizá muy inocente e ingenuo y no veían el cartón piedra de los palacios que se derrumbaban  o adivinaban las mangueras con que se simulaban las lluvias torrenciales o los grandes tanques de agua donde se simulaban los brazos de mar de los naufragios. 

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