miércoles, 8 de julio de 2020

HACE CUARENTA Y NUEVE AÑOS ME HICE CURA


Hoy hace 49 años que fui ordenado sacerdote. Fue una tarde del 11 de julio de 1971. Hacía mucho calor pues era tarde de viento solano o “ponentá” Yo andaba entre aturdido, nervioso y asustado ante el paso que iba a dar, pese a que lo tenía ya muy bien pensado. Fuimos un grupo muy numeroso los de mi promoción y a la que se sumaron los de la promoción anterior. Creo que habían retrasado las órdenes de presbítero por una cuestión de adecuación de currículum de los estudios sacerdotales. El año que viene celebraré pues mis bodas de oro de cura. 

Durante casi 50 años  he vivido mis primeros años de pastor de almas en la Yesa, en la Serranía. Luego en las parroquias de la ciudad de Valencia: en San Miguel y San Sebastián, en María Madre de la Iglesia, en Los Ángeles del Cabañal y ahora en la parroquia de San Antonio de Padua. Arduos trabajos pastorales, pero también  grandes alegrías y satisfacciones.

Y desde la altura en la que ahora estoy, tantos años de cura, me vienen a las mientes muchas experiencias, positivas y negativas, de mi vida como cura. Todas las recojo en mi interior, las bien escritas, las equivocadas, y no las borro, pues son páginas de mi historia personal, de mi vida. Doy gracias a Dios por haber persistido en mi vocación y también por la ocasión, tantas veces aprovechada, de haber podido hacer algo bueno por los demás, anunciándoles el Evangelio de Jesús, el Cristo. 


A vosotros mis queridos lectores os pido que recéis por mí como yo lo hago por vosotros y que el Señor me siga haciendo feliz sobre todo porque creo en él, este Jesús de Nazaret, el Resucitado que siempre me ha acompañado en el camino de mi vida.

martes, 7 de julio de 2020

LO GRANDE Y LO PEQUEÑO




Estás en medio de la naturaleza y aparte de sentir que en tus venas corre la fresca brisa de lo que es natural, de notarte incorporado a lo que de por sí es un elemento tuyo y tú de ella. no sabes también qué es lo que hace que en el corazón corra la húmeda corriente del río de lo que siempre has sido, aunque la vida compleja y enrevesada te lo haga olvidar. 

Eres un átomo de esa creación que te recuerda a su Creador. Y en el centro de ese átomo se contiene toda ella. Estar en la naturaleza se torna entonces en una oración constante y callada, en un reconocimiento de que todo nos es dado.

                             Y así, no sabes si admirar más: las altas e inmensas moles de las montañas, el fragor incontenible del agua que se precipita en poderosa y blanca cascada, la flor más diminuta que se balancea al compas de la brisa que corre o la silenciosa umbría que surge en la espesura de los bosques. Todo es don, todo es gracia.

domingo, 5 de julio de 2020

¡HOY ES DOMINGO!


"Si buscas a Dios y no lo encuentras,
si te buscas a ti y no te hallas,
ayuda a una sola persona
y os encontraréis los tres"

Gloria Fuertes.


EN EL VALLE DE GISTAIN (O GISTAU)



Hoy he estado en el Valle de Gistain (o con la nueva toponimia en viejo aragonés de Gistau). Yo siempre he sentido este valle con un lugar secreto, oculto y casi misterioso, recóndito.  En verdad lo es. Esta aislado entre dos grande valles, el de Benasque y el de Bielsa-Pineta. Para acceder a él desde Benasque hay que remontar el alto puerto de Sahún, a través de una pista larga, escabrosa, deteriorada, con interminables bosques. Y si no, por la carrtera de Ainsa-Bielsa internándose por unos tuneles excavados en roca viva, muy estrechos, que asustan al cruzarse con otros vehículos.
Pero es un valle bellísimo, cruzado por el nervioso río Cinqueta, presidido por el macizo del Cotiella, y sembrado de pueblecitos desperdigados por sus laderas y con nombre de viejos cuentos:  Sin, Saravillo, Plan, Serveto, Gistaín...
Para mí lo mejor de la jornada ha sido el rato largo que he pasado, sentado y leyendo, en una pradera al lado de una cabaña, el refugio de Marradetes, que hay en lo alto del Puerto de Sahún, frente al macizo del Monte Perdido.

viernes, 3 de julio de 2020

DIA DE FRíO... EN VERANO

Hoy ha sido  un día bastante frío en el valle de Benasque,  lo que es de agradecer en el tiempo  de verano que estamos. 

El tiempo se pasa rápido contemplando la naturaleza: tan bella en sus montañas inmensas como en las diminutas flores que marcan limitan los senderos.