jueves, 19 de septiembre de 2013



Unas cuantas cosas que me disgustan del cine español.

Uno.
Que sólo las películas muy publicitadas, o amparadas por los padrinos del cine en España (Almodóvar, Trueba...), tengan espectadores.

Dos.
Que los espectadores que han superado la alergia al cine español vayan a ver películas españolas llenos de prejuicios, resabiados y escamados. Yo soy el primero.

Tres.
Que el público no acuda a ver otras películas españolas que se hacen en nuestro país y que son muy dignas de ser tenidas en cuenta. La causa puede ser la negativa comercial de los distribuidores y exhibidores. Y es que en España se ruedan buenas películas... ¡que no llegan a estrenarse!

Cuatro.
Que los actores españoles, que saben muchos actuar bien, no sepan pronunciar el castellano. ¡Si ruedan con sonido directo, tienen que aprender a vocalizar! Yo no estoy sordo, pero me pierdo muchos de los diálogos de las películas hispanas.

Y cinco.
Después de ver "La gran familia española", me ratifico en lo dicho anteriormente. Eso no es una familia, los personajes están todos medio desquiciados, las situaciones son tan estrambóticas y tan ñoñas, que provocan la risa tonta. Su audacia y osadía en los planteamientos es ficticia pues busca la complacencia del espectador. Prefiero aquella otra película, en blanco y negro, donde Alberto Closas, Pepe Isbert, y José Luis López Vázquez vivían situaciones familiares más creíbles. (Me refiero a "La gran familia"  de 1962).

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