sábado, 31 de diciembre de 2016

Perdido entre libros y películas


Perdido entre mis libros y películas, además de atender muy bien mis deberes pastorales de cura párroco, ando estos días felices de Navidad. No me acuerdo ni de escribir. Pero sí de todos mis amigos a los que deseo un feliz Año Nuevo. Estoy devorando lecturas y viendo películas como hacía tiempo que no lo hacía. En cuanto a leer parezco lo que fui en mi adolescencia: un infatigable e insaciable lector. Casi salgo a libro leído (y de no pocas páginas) cada tres días. Estoy repescando  películas que en su tiempo o se me escaparon  o cuya memoria ya no me alcanza...

Así que, amigos, no me puedo quejar, he abandonado un poco el rollo de las comidas familiares y amistosas de estos días para encerrarme donde mejor me encuentro: en mi casa. Así pues os deseo feliz año 2017 con muchas y buenas  lecturas y abundantes y entretenidas sesiones de cine.


viernes, 23 de diciembre de 2016

¡Hola a todos y felicidades!


Reconozco que tengo a "Umbral de Zona" un tanto abandonado. Y es que la dispersión de estos días prenavideños y la pereza mental me han alejado de escribir. Aún cuando sé que tengo muchas cosas que decir, pues andan ocurriendo cosas muy gordas en esta sociedad de la que a veces abomino y también en esta iglesia mía a la que amo por mi fe en Jesús de Nazaret, el Cristo (por otra causa, tal vez no), rompo este breve silencio para felicitar la Navidad a todos mis fieles y pacientes seguidores.

Mañana, más.

¡Muchas felicidades!

lunes, 5 de diciembre de 2016

Del Adviento y Navidad y otras zarandajas más


Ayer, mi condiscípulo V. F., orgulloso,  me enviaba por whatsApp un vídeo que me mostraba el Belén que tiene montado ya en su parroquia, ¡veinte días antes de que llegue la Navidad! También, ayer domingo, mi amigo del alma P. A. me contaba que venía de presidir en una comunidad de kikos, el acto del anuncio solemne del comienzo de Adviento,  ¡ocho días después de que éste oficialmente comenzara!

Soy partidario de que en la Iglesia se respete el calendario litúrgico establecido, aunque alguna pequeña licencia temporal se pueda uno permitir. Pero como en esta Iglesia particular nuestra da la sensación que hay muchas cosas que se toman manga por hombro, el Adviento, la Navidad, la Epifanía, etc. se han convertido en un tiempo difuminado que, como la niebla, no te que permite ver claramente los perfiles de los días, los contrastes de las fiestas, ni saber casi cuándo tienes que esperar al Mesías, cuándo alegrarte por el nacimiento de Jesús, o cuándo tienes que, a imitación de los Reyes Magos, llevar regalos a tus sobrinos. También la Iglesia trivializa y torna estas fiestas en desvaídas zarandajas. 

El Corte Inglés y demás empresas comerciales tienen un claro objetivo económico. Por eso adelantan y alargan los días en que pueden vender de todo a nosotros, incautos clientes, lo cual para la economía del sistema viene pero que muy bien.


¿Es que la iglesia también se torna empresa para recaudar más fondos espirituales? A mí me pasa que cuando llega la Navidad yo ya estoy hasta el gorro de comidas indigestas, de la mula y el buey, de los villancicos, y de pensar qué regalos he de elegir. La Navidad además de producirme cierta melancolía, aturdirme con tanto ruido y brillo de oro, me aburre enormemente. La solución: encerrarse en un monasterio, pero, ¡ay!,  para eso, hay que tener vocación del monje. Cosa de la que yo carezco.

miércoles, 30 de noviembre de 2016

Dinero par alcanzar el poder, poder para ganar dinero:"Los Medici"


Ver la serie de televisión “Los Medici”  puede ser un modo de inocularse un buen antídoto contra todas esas series que falsifica, alteran o manipulan la historia donde la realidad ocurrida y su objetividad no se disfrazan de tal manera que la fantasía y la leyenda no la distorsionan y la torna en frívolo y banal espectáculo de consumo. Esta serie  que narra la historia de la familia de los primeros e importantes banqueros de la Florencia del siglo XV está muy realizada, y su planteamiento, sin extremismos y con seriedad,  nos sitúa en el periodo del arranque de Renacimiento italiano siguiendo los avatares de la saga de los Medici.

Llama la atención del buen cuidado de presentar la época y también a los artistas (Donatello, Brunelleschi) que hicieron surgir el renacimiento artístico y cuyo Mecenas fueron los Medici. Aunque hay asesinatos, envenenamientos y otros crueles acontecimientos se huye del ensañamiento y del tremendismo maniqueo con que muchas veces la literatura y cine han descrito aquella época. Sus personajes (Cosme y Lorenzo de Médici son seres normales que viven en su tiempo en que el negocio de la banca dejaba ya de considerarse usura y en el que la riqueza se buscaba  como medio para alcanzar y asegurar el poder. “Ganar dinero para alcanzar el poder, sostenerse en el poder para ganar dinero” fue el lema de la familia Medici, convertida nada menos que en los banqueros del Papa.

El Papa, que por cierto tuvo que salir de Roma y refugiarse  en Florencia por el peligro que corría  en la Ciudad Eterna, aparece como un hombre piadoso, fuertemente creyente, a pesar de los manejos y estratagemas que tuvo que utilizar. Algunas decisiones que a nosotros nos parecerían hoy de moralidad muy dudosa, en la serie de televisión se nos muestran con cierta naturalidad con  unos personajes llenos de humanidad, de sinceridad religiosa y de amplio sentido democrático.


“Los Medici” se emiten a través de la plataforma de televisión de Movistar Plus. Os la recomiendo.

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Teología en un taxi


Cuando subo a un taxi, para mí lo ideal es hacer el trayecto en silencio. Repaso los papeles que voy a utilizar en el asunto que voy a arreglar, o miro y contesto los WhatsApps pendientes en el teléfono. Si el trayecto es más largo, leo en mi ebook o miro el periódico. A veces el taxista tiene deseos de hablar y yo gustosamente mantengo la conversación que suele ser siempre bastante baladí: que si el tiempo que hace, o cómo anda el tráfico o protestar por las cosas que hace el Ayuntamiento. Pero otras veces las conversaciones se tornan muy interesantes como lo que me ocurrió ayer cuando el taxista escuchó la orden de que me llevara hasta la Facultad de Teología. Aunque no suelo vestir  el clergyman, sí que visto con ropa oscura, a la manera de un cura.

¡Claro, -me espetó el conductor del taxi -...usted creerá en Dios!
-Hombre, pues sí... - le contesté.
-Yo no… -continuó el taxista, modulando suavemente la voz- ... pero para usted, ¿que es Dios?- acabó preguntándome.

Aunque uno puede parecer acostumbrados hablar de estas cuestiones,  no es fácil de repente responder a esta pregunta queriendo a la vez estar lo más acertado e incluso cumplir el deseo de poder ayudarle a responder a algo que necesita cierto tiempo para explicarlo. Así que yo le dije que para mí Dios era alguien personal, como un amigo íntimo o un padre que te quiere y en el que puedes totalmente confiar. El taxista me dijo que para él era una fantasía creada por el hombre para suplir una necesidad de seguridad y protección ante la dureza de la vida humana. (Por la manera de expresarse parecía un hombre bastante culto o leído).Le respondí que quizá podría ser una necesidad humana, pero eso no es obstáculo para que Dios deje de existir. (La conversación siguió por derroteros cada vez más altos y profundos, parecía una clase de teología fundamental dada en un vehículo).Ya llegando al punto de destino, me preguntó sobre la homosexualidad y qué pensaba la iglesia sobre ese asunto porque algunos curas que habían subido también a ese taxi le habían hablado de perversiones y condenaciones.


Ni que decir tiene que el trayecto se hizo brevísimo, y que bajé del taxi pensando en tanta gente que necesita, aunque no nos lo parezca, hablar de estos grandes asuntos.

lunes, 21 de noviembre de 2016

Hemos perdido a un hombre sabio y bueno: El tío Ricardo



De las personas que nos dejan y que han convivido muy cercanamente a nosotros, solemos recordar siempre las mejores cualidades que poseían. Y, muchas veces, esas cualidades no eran ni extraordinarias ni se ejercitaban heroicamente. Dejamos sus fallos y defectos a Dios, que es el que los tiene que juzgar y perdonar. La vida sencilla y ordinaria es a veces la pauta con la que se dibuja el perfil de esa gente “de buena voluntad a los que ama el Señor”.
            Llego ahora a mi casa, de regreso del tanatorio donde he asistido a la misa del entierro y funeral de “el tío Ricardo”, un hombre bueno, que llegó a los 95 años lleno del vigor de Dios en el que él firmemente creía, manifestándolo abiertamente a través de su gran devoción a la imagen que representaba al Cristo del Salvador y del Amparo y a su pertenencia fervorosa a la Cofradía de Seguidores de la Virgen de los Desamparados.
             Era un hombre muy entrañable, que parapetado en su sordera de la que se defendía con el audífono, siempre contagiaba confiada firmeza con su  sumo trato afable y su abierta sonrisa; esparcía esperanza y entusiasmo, confianza en la Providencia y amor a esa entrañable y patria chica que era para él El Cabañal/Cañamelar.
            Tuve la ocasión de tratar al Tío Ricardo bastantes veces, lo que hizo que el cariño y la amistad se trabaran en nuestras vidas. Me acuerdo enormemente de la entereza que le daba su firme fe y su esperanzada resignación cuando hace unos años perdió a su hijo. Yo estuve muy cerca de él en aquellos días aciagos.
               El tío Ricardo era una auténtica institución en los Poblados Marítimos. Su experiencia convertida en memoria de la celebración de la Semana Santa Marinera era una verdadera enciclopedia, que nos describía también la historia íntima y pública del Cabanyal/Canyamelar.
Su sencillez, su afabilidad, su sentido común, su admirable y serena sabiduría van a dejar un gran hueco en mi vida y también en aquellos barrios donde él vivió.

           Descanse en paz. Yo lo recordaré siempre en mi oración personal.