martes, 23 de agosto de 2016

Pantallas


Anoche estuve en el cine. Vi una película de furiosa acción y que pretendía tener cierto trasfondo. Era "Jason Bourne", la última película de este espía que busca encontrar su identidad. No me acabó de gustar: demasiado estrépito, demasiada furia, demasiada violencia. Es lo que toca en el cine de hoy. Así que algo aburrido contemplaba desde atrás y en la oscuridad de la sala a un grupo de unos seis adolescentes que,  mirando  la pantalla del cine, andaban a la vez manipulando sus teléfonos móviles. Hacía un extraño efecto en la sala oscura ver las pantallitas encendidas frente a la pantalla grande que recibía la proyección de la película.

Por el comentario que hizo una de las chicas y escuché, parece ser que a ellos tampoco les gustó mucho. Se quejaba de que parecía que esto no terminaba nunca. Claro, son películas que buscan al final de ellas, su continuación para continuar la saga de su protagonista. Éste,  que se escabulle finalmente de sus perseguidores y los malvados también se salvan para que en la próxima cinta continué la marcha.

Me extrañó que no les gustara puesto que era una película de esas que buscan el entretenimiento de los espectadores jóvenes. Pero tenían el teléfono móvil a mano para sus juegos y entretenimientos. Ese debe ser el hábito de muchos: ver la pantalla (del ordenador, del televisor, de la sala de cine) a la vez que se utiliza el teléfono móvil. Enganchados.

El pensador Nicholas Carr escribió en Atrapados”: “La automatización debilita el vínculo entre la herramienta y el usuario no porque los sistemas controlados por computadoras sean complejos, sino porque exigen muy poco de nosotros. Resisten cualquier implicación del operador más allá del mínimo indispensable. Desalientan el cultivo de habilidades en su uso. Así, la automatización termina teniendo un efecto anestésico.

Salgo del cine de los últimos –gusto de ver los títulos de crédito- , anestesiado por tanta acción automatizada y contemplo a esos mismos chicos ya en la acera de enfrente, todavía con los móviles en ristre. Son muy jóvenes y la escena provoca ternura. Los sigo con la mirada. No sé si estarán jugando a cazar  pokémones. Tampoco si ellos están cazando pokemones  o son los pokémones  quienes los cazan a ellos.. .


Quién juega con quién, ésa es la cuestión: la sigilosa invasión de la tecnología pone a nuestras vidas en peligro de manipulación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario