lunes, 9 de octubre de 2017

DIOS Y EL CAMPO DE NARANJAS


Ayer domingo, en la celebración de la Misa, me las veía y deseaba para explicar a un grupo de chiquillos lo que Jesús quería decir en la lectura del evangelio de la parábola de la viña y los criados malévolos. Ocurría durante la Misa de la Familia donde tienen un protagonismo especial los niños. Ellos me ayudan a hacer la homilía con sus imprevistas intervenciones y respuestas desconcertantes.

Pues bien, tocaba explicar a los críos lo que era una viña, cosa harto difícil para estos niños que son “urbanitas”. Seguramente, sí habrán visto algún campo de vides, pero saber lo que es una cepa, unos sarmientos o qué son los agrazones era para mí explicarlo ya un poco complicado. Aturrullado como estaba, de pronto un niño levantando su dedo, me dijo: “¡Es también como un campo de naranjos que tiene mi abuelo! De las naranjas, además de comerlas, les él saca zumo”.


No se puede explicar de un modo más directo y eficaz la parábola de la viña convertida en un campo de naranjos sin las complicaciones que puede tener un evangelio cuya imagen para los más jóvenes es más incomprensible. Porque el oficio del sacerdote en la liturgia y en la homilía es ayudar a adaptar muchas veces los textos antiguos de la Escritura al tiempo de hoy.

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