martes, 31 de diciembre de 2013

A propósito de "La gran familia"




 Impagable el regalo que Televisión Española el pasado sábado por la tarde nos hizo en la víspera del Día de la Familia, emitiendo el clásico "La gran familia". (Es nuestra versión, “made in Spain” y muy digna, de la mítica “Que bello es vivir” de Capra).
Pese a sus limitaciones, el filme es un incomparable escaparate sociológico de la España de los años 60. Hoy el panorama del estado de la familia ha cambiado radicalmente. ¿Para bien o para mal? Es difícil ponderarlo. Lo que sí es cierto -y esto nos lo advirtió el Papa Francisco- es que los cristianos no podemos tomar la defensa de la familia como un discurso único o una trinchera de ataque contra el mundo. Un político valenciano llama “nuevos Herodes” a los abortan y un obispo, sin ninguna base seria, afirma que los hijos de los matrimonios gay sufren perturbaciones personales (¡).  Pienso que así no se defienden ni  la vida, ni el matrimonio, ni la familia.
A los cristianos -somos ciudadanos del mundo como los demás- nos hace falta un poco más de sosiego y deseo de concordia y menos pelea en frentes de batalla que además y de esa manera no se van a ganar. Porque no queremos ni combatir en batallas, ni ganar guerras. Esto no es entreguismo.
Hay otro modo de defender a la familia: es mostrar con paz y sosiego, ese tesoro que es esta institución como la vivimos los cristianos. El buen pañpo en el arca se vende.  Mientras tanto yo ando recordando aquella película y  a Pepe Isbert buscando con lágrimas en los ojos a su nieto Chencho.

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