Barrotes y cárceles
Leyeron en el tribunal la sentencia de su condena y tronó la voz del juez diciendo: «¡Diez años de cárcel!». Y después: «¿Tiene algo que decir?». El reo se sonrió ante el estupor de los presentes en la sala. Después dijo con sonrisa tranquila y feliz: ¡»Voy a disponer de diez años para aprender a tocar el arpa en los barrotes de mi celda!».
¿Cuánto tiempo necesitaré yo para saber que también los barrotes, que mi vida encierran, me pueden hacer feliz?
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