jueves, 5 de mayo de 2011

Adiós a Sábato y Rojas

Aunque ya han pasado unas semanas quiero rendir mi pequeño homenaje aquí, ya lo hice cuando su óbitos ocurrieron, releyendo algunos textos de ellos, a dos escritores grandes como la copa de un pino: el argentino Ernesto Sábato, novelista y ensayista de escasa obra,  pero de densa y bellísima prosa: yo he leído muchas veces “El túnel” que luego vi adaptadas al teatro y cine con poca fortuna. Su desesperanza y pesimismo fueron muy procedentes y oportunos, dada la desolada situación política y social de la reciente historia de su país.
El otro gran escritor que murió poco después fue el poeta chileno Gonzalo Rojas. Un poeta existencial e inclasificable, que trascendía en belleza y sensualidad el amor humano. Como los místicos (Juan de la Cruz, Teresa de Ávila), su poesía amorosa, a veces metaforizada en imágenes muy físicas, apuntaba como una flecha hacia Dios. Aquí os pongo, para que disfrutéis, una muestra.

 ¿Qué se ama cuando se ama?
¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios: la luz terrible de la vida
o la luz de la muerte? ¿Qué se busca, qué se halla, qué
es eso: ¿amor? ¿Quién es? ¿La mujer con su hondura, sus rosas, sus volcanes,
o este sol colorado que es mi sangre furiosa
cuando entro en ella hasta las últimas raíces?
¿O todo es un gran juego, Dios mío, y no hay mujer
ni hay hombre sino un solo cuerpo: el tuyo,
repartido en estrellas de hermosura, en partículas fugaces
de eternidad visible?
Me muero en esto, oh Dios, en esta guerra
de ir y venir entre ellas por las calles, de no poder amar
trescientas a la vez, porque estoy condenado siempre a una,

a esa una, a esa única que me diste en el viejo paraíso.

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