martes, 22 de noviembre de 2011

Sermones, sermones, sermones

 



El domingo pasado –último del año litúrgico, solemnidad de Cristo rey- tuve la oportunidad de escuchar tres explicaciones homiléticas del evangelio del Juicio Final: ya sabéis, el de las ovejas y las cabras, el de “Venid, benditos… malditos…” (Mt 25,31-46)

Curiosamente, el texto fue comentado desde distintos puntos de vista.

Uno: Jesús es un buen pastor y es así como es rey “Yo soy el buen pastor” (primera lectura Ez 34,11-12.15-17 y salmo 22,1-2a.2b-3.5.6)

Dos: el segundo predicador insistió en la condición gloriosa de este Jesús, de Rey del Universo que vendrá a juzgar después de bajar desde el trono de su gloria y pondrá ante si a todas las naciones…

Tres (que fue el mío): hablé que este evangelio nos expresa la condición moral primera y última humana, el imperativo categórico evangélico: hacer el bien “etsi Deus non daretur” o sea, el Reino está abierto a todos. ” ¿Y cuando te dimos de comer…?

Tres sermones, tres miradas, tres sensibilidades. Para que luego digan que la palabra de Dios es siempre la misma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario