miércoles, 13 de marzo de 2013

Una tarde de toros





















Ayer estuve en los toros, a los que voy una vez al año. Me invitó un amigo que es crítico taurino en el periódico El País y en la SER. 

 A mí me gustan los toros, pero no llego a ser ni un forofo ni un gran aficionado de ellos. Es visualmente un espectáculo maravilloso, colorista y de gran plasticidad artística. A la vez subyace en este espectáculo toda una antiquísima cultura, toda una filosofía sobre la vida, todo un pensamiento sobre lo que es el ser humano y su enfrentamiento con la vida. Así que ando muy lejos de los antitaurinos, que me parecen una panda de gente con más carga de prejuicios que las jorobas de un camello.

No fue una tarde muy gloriosa: los toros muy desiguales, las faenas de los toreros poco brillantes. La verdad es que, a pesar de todo, me gustó. Además era una gozada poder preguntar directamente a un experto, como es mi amigo Vicente, a algunas cuestiones que yo, de los toros, nunca he entendido. Con mi cámara de fotos en ristre además iba haciendo fotografías.

El ambiente de los aficionados a los toros también es sumamente interesante: entre ellos casi todos se conocen. Y parece ser que tienen muy buen humor. a mitad de corrida sacan sus bocadillos, empanadillas y sus bebidas y meriendan muy a gusto, Mientras abajo, en el ruedo, los toreros se juegan el tipo. Después merendarán.

Me llamó especialmente la atención el sitio donde se  colocan a los periodistas. En aquel espacio estaban los plumillas, tomando nota minuto a minuto de las distintas faenas que iban haciendo los toreros. Unos en cuadernillos mínimos, otros en bloc de notas, otros incluso con el mini ordenador. Todos preparaban su crónica taurina para inmediatamente mandarla a las redacciones de los periódicos o llamar por teléfono y comunicar la crónica por la radio. Fue una tarde, aunque algo fría y ventosa, muy entretenida.

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