jueves, 5 de febrero de 2015

San Romero de América



 La semana pasada se produjo una noticia que me llenó de alegría: el Vaticano ha dado el visto bueno para beatificar a Monseñor Arnulfo Romero, ha reconocido que su trágica muerte fue debida a su testimonio de fe cristiana y que, por lo tanto, su muerte fue un martirio. (Se puede llegar a la santidad `por el testimonio de las buenas obras y también por la vía del martirio).

Óscar Arnulfo Romero y Galdámez (Ciudad Barrios, El Salvador, 15 de agosto de 1917 San Salvador, (Id.), 24 de marzo de 1980) conocido como Monseñor Romero fue Arzobispo de El Salvador. Su muerte trágica  ocurría en 1980, cuando el arzobispo de El Salvador en el momento de la consagración de la Misa que  estaba celebrando en una comunidad de religiosas, fue tiroteado por unos esbirros de la poderosa ultra derecha salvadoreña. Su sangre vertida se mezcló con la sangre de Cristo en el cáliz recién consagrado.

No es consigna de "Podemos", es Monseñor Romero.
A mí lo que más me llama la atención de este hombre admirado fue su conversión. Era uno de esos arzobispos que gustaba frecuentar la amistad con la gente guapa de su país, acudir a las fiestas sociales y políticas de la clase dirigente, que hacía oídos sordos a las protestas y calamidades de los pobres y a quien, un día habiéndole asesinado a un sacerdote comprometido con la gente subyugada de aquella dictadura y  que era su secretario, se dio cuenta que sólo al lado de los pobres estaba la verdad del Evangelio. Tiempos difíciles en que apareció la Teología de la Liberación tan odiada por Roma. Juan Pablo II hostil a esa corriente teológica, frenó todo intento de reconocer a Monseñor Romero como santo.


El pueblo de Salvador y de toda América Latina ya lo venera como santo: San Romero de América, lo llaman. Roma, siempre tardía, ahora lo ha reconocido gracias al impulso que le ha dado el Papa Francisco. Y es que el verdadero testimonio de algunos cristianos, es como una luz, no se puede esconder en los desvanes. ¡San Romero de América: ruega por nosotros!

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