miércoles, 11 de marzo de 2015

La clase de Religión


 Yo he sido durante más de treinta  años profesor de Religión Católica. Empecé dando clase en el colegio Cervantes, luego estuve cuatro años en el Instituto Benlliure y durante muchos años fui profesor del Instituto El Clot, todos de la ciudad de Valencia. Por mis clases han pasado muchísimos alumnos, con los que me encuentro muchas veces en mis paseos por las calles de la ciudad. Me saludan con afecto y agradecimiento. Me recuerdan cosas pasadas en mi aula, nombres de profesores y compañeros de clase.

Antes de ayer precisamente me encontré con un compañero -y buen amigo- del claustro de profesores. No es creyente y enseguida sacó a la conversación el tema que ha disgustado tanto a la "progresía": el nuevo currículum de la asignatura de Religión. Con las pegas y dificultades que él criticaba yo estoy en gran parte de acuerdo. Nuestros queridos obispos de la Conferencia Episcopal han transformado el programa de la asignatura de Religión en una introducción a la catequesis. Parece que para inscribirse en la clase, hace falta previamente tener fe. A este paso entre los papeles de la matriculación de principio de curso, va hacer falta el certificado de bautismo para elegir la asignatura.

Yo pienso que la religión no debe estar fuera de la escuela. A fin de cuentas es un aspecto más (y no menor) de la cultura humana. De la misma manera que se puede aprender qué es la ONU, se debe saber cómo funciona la Iglesia. Pero debe estar orientada para obtener conocimientos, no para iniciar o cultivar actitudes personales: eso es cosa de la catequesis.


Cuando impartía esta asignatura, yo como profesor intentaba que mis explicaciones a los alumnos fueran de tal modo que si hubiera allí alguno agnóstico o no creyente (los tuve, y bastantes) no  se sintiera incómodo. Nunca intente adoctrinar a nadie. (Muchos se pasaron de Ética a Religión). Hoy, si tuviera que seguir ahora los objetivos a evaluar me sería casi imposible. 

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