domingo, 16 de marzo de 2014

En la cresta de la ola ( a propósto del Evangelio del domingo)




El monte Tabor es un monte de relativa altura, de forma redondeada. Cubiertas sus faldas  de  árboles y matorrales, a él se accede a través de una carretera estrecha y zigzagueante, que los taxis suben y bajan con inusitada rapidez, ante el terror del peregrino o turista religioso que creen precipitarse tras saltar cualquier curva.

Allí subió el Señor con sus tres discípulos para manifestar su gloria. Desde entonces Tabor significa ese estado de euforia religioso o felicidad humana, que nos gustaría que se alargarse durante toda la vida. Pero esto no es posible. Para sentir placer, hay que también haber gustado el dolor. Para encontrar la felicidad, hay que haber saboreado la desdicha. Para gozar de la luminosidad de la fe, hay que pasar por la duda.

Esto es lo que deseaba, quedarse para siempre en el monte tambor, situarse en la cresta de la ola, el bueno del apóstol Pedro. Pero Jesús “pincha” la burbuja de ese sueño para indicarle el empinado camino que conduce a otro monte, el Gólgota, donde está clavada la Cruz de Jerusalén.

Después del Calvario, después de la Cruz, vendrá la Resurrección. ¡Cómo se nos olvida esto!

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