viernes, 27 de junio de 2014

La Romería del Rocío de Valencia: La vispera de Pentecostés




La víspera de Pentecostés, el sábado, es un día grande para nuestra Hermandad del Rocío. Cuando llega la noche -la luz púrpura de la tarde aún pinta en el horizonte- , la Hermandad del Rocío de Valencia se presenta ante la amplia y blanca puerta de la ermita donde el capellán principal y la junta de gobierno de la Hermandad matriz de Almonte reciben a su Hermandad filial de Valencia. Al fondo, detrás de esta embajada de recepción se adivina en su nido de oro, que es el retablo, la bendita imagen de la Reina de las Marismas.


Desde hace dos años, le toca ser la última en ser recibida. Tiene sus ventajas: no hay tanta aglomeración de gente, hay mucha más tranquilidad, y encima el calor de la tarde ha menguado: la brisa de la marisma acaricia nuestros rostros. La carreta con el sin pecado es acompañada durante todo el largo camino desde la casa por un montón de romeros hermanos, que han ido a la romería, amigos, simpatizantes, y muchos valencianos que gustan de acompañar a su Hermandad en esa tarde.


Durante el trayecto le cantan con gran júbilo y alegría sevillanas, acompañados de guitarras y palmas, e incluso muchas veces los bueyes de la carreta tienen que parar para que otros desde el porche de las casas canten al “Simpecado”. En una alborotada  manifestación de júbilo.


El día ya se ha acabado con este acto tan cumplido. En la mañana de ese mismo día muchos hermanos y a las diez, convocados por el Director espiritual, han asistido en la ermita a la misa que con otros capellanes se celebra a los pies de la Virgen.


La aldea del Rocío, que unos días atrás estaba prácticamente vacía, está ahora a tope de gente. A las doce de la mañana, comienza entonces la presentación de Hermandades;  primero, las más antiguas: Villamanrique, Coria, Umbrete, Triana... El amplísimo espacio que hay delante de la puerta del santuario  de la Virgen, se llena a rebosar de los romeros que acompañan a las distintas carretas con sus “Simpecados”.


El espectáculo  es multicolor, abigarrado, increíble. Las calles bullen de gentío, que avanza sorteando coches de tiro, carretas y caballos. Los hombres visten  sus mejores galas, de traje campero de corto con sombrero cordobés o sombrero de paja de ala ancha o típica gorrilla. Las mujeres con ese vestido de faralaes que realza aun más su figura con sus audaces volantes coloristas y la flor 8este año  se llevaban muy grandes) en lo alto de la cabeza.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario