Hay un proceso de evolución del silencio. Primero es un sordo rumor, un murmullo callado, un zumbido mudo que parece colarse por los oídos, que te "extraña" de ti mismo.
¿Qué me pasa? ¡Parece que tenga el oído taponado de cera! Luego, tras un breve tiempo ese silencio total se dirige a tus interiores y allí se instala. La vista, el tacto se hipersensibilizan y captas de inmediato cualquier mensaje que te llega.
Después, viene la otra fase en la que el silencio se instala en tu corazón, y comienza como a hablarte. El silencio entonces se torna sonoro, de modo que oyes "voces" dentro de tu interior.
Qué fácil es, instalado en este silencio, escucharte a ti mismo y a lo más profundo de tu ser. Qué fácil es, qué sencillo entonces, escuchar la voz de Dios a través de la reflexión, la meditación y la oración.
Ando de retiro estos días en el Monasterio de Santo Espíritu del Monte en Gilet,convento de franciscanos, donde reina el más absoluto de los silencios. Estoy, lógicamente, ejercitando mi espíritu gracias a ese callado sonido silencioso. y disfrutando de encontrarme conmigo mismo y con Dios. En medio de esta quietud del alma, que fácil es entonces desde esta situación mirar a la cara a las grandes cuestiones: si estás aprovechando de verdad lo que es la vida, como cargarse de resistencia para sobrellevarla, qué hacer para vivirla con más intensidad, profundidad y plenitud, que es, al fin y al cabo, lo que Dios me pide. ¡Por eso se que el Gran Silencio que es Dios se hizo Palabra!
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