miércoles, 27 de octubre de 2010

Errante soy y peregrino 4

Desiertos
Del último viaje que hice, me sorprendieron enormemente las extensas zonas de desierto que parece enseñorearse de Jordania. Especialmente en Wadi Rum y Petra. La desolación, el silencio, la quietud, el empeño increíble de los matojos y arboles en agarrarse a la tierra endurecida y reseca, a las rocas inhóspitas e ingratas.
Me fue muy fácil imaginar a Moisés con su rebaño por a aquellas tierras ante la fantasmagoría de una zarza ardiendo, o Jacob o Elías huyendo de sus enemigos por el desierto, o al mismo Moisés conduciendo al pueblo por las tierras sedientas. O a Jesús sufriendo al final la tentación. 
Se entiende que en esos desiertos vivir y estar en ellos se puede convertir en una experiencia más que existencial. Allí sólo te puedes encontrar con el Diablo o con Dios. Allí desde el fondo del alma debe brotar la maldición o la bendición. Allí es donde la oración puede surgir del alma como una necesidad vital.
Y me impresionaron mucho sus habitantes naturales: los bravos, endurecidos,  austeros  y libres beduinos. Aun quedan pastores aislados en sus tiendas cuidando su rebaño (como fuera Abraham) Pero ahora  la mayoría están asentados en míseras aldeas de bloques prefabricados, convertidos, como en Petra, en mercachifles vendiendo postales y collares y convertidas sus jaimas en chiringuitos para turistas.
(en las fotos, algún desierto, algún beduino)

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