jueves, 9 de diciembre de 2010

Peregrino al Rocío: “Singing in the rain”

He estado en el Rocío. Desde el domingo 5 hasta el miércoles día 8. Cumpliendo un deber: no  un viaje de sólo devoción o placer. Al ser el Director Espiritual de la Hermandad del Rocío de Valencia, tengo que acompañarles para los aspectos religiosos, que es principalmente el objetivo de dicha Hermandad.
Después de pasar Despeñaperros, comenzó a llover y tras una breve pausa en la mañana del día siguiente, que nos ha permitido llegar al Santuario de la Virgen sin mojarnos para celebrar la Misa reglamentaria, ante su imagen, ha seguido lloviendo y con ganas. Las calles, sin asfaltar, de arena, estaban intransitables: son lagos cuyas orillas, con oleaje y todo, llegan hasta el dintel de las casas. El domingo, en Gines, nos pilló una tromba de agua en la calle cuando nos dirigíamos a la iglesia y nos empapamos todos de agua. Los pronósticos que anunciaban lluvias muy fuertes durante los siguientes tres días se han ido cumpliendo. Yo no he salido prácticamente del hotel.
El viaje lo hemos hecho en autobús y,  con paradas reglamentarias y etapas diversas, duró ¡15 horas! Yo no sé si, pese a los controladores, hubiéramos tardado menos en avión. El regreso fue más leve, duró nueve horas. Contemplamos eso sí, la intensidad de la lluvia que nos acompañó todo el viaje, las extensísimas zonas inundadas de los ríos desbordados, el Guadalquivir convertido en un pequeño Amazonas, amenazante y salido de madre.
Espero que no me digáis y deseéis lo que algunos me dicen cuando se enteran de que he estado en el Rocío “¡Cómo te habrás divertido!” Porque yo al Rocío, acompañando a la Hermandad, no voy con la guitarra y las castañuelas, sino pertrechado de rosario y misal.

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