lunes, 5 de septiembre de 2011

Otra versión de "Déjame entrar"

Anoche pude ver la película “Déjame entrar”, la versión que, hace un año, el cineasta americano Matt Reeves realizó siguiendo casi al pie de la letra el guión de su original sueco de la película también del mismo título. En su momento  de estreno no acudí a verla porque los “remakes” no me interesan mucho: son más de lo mismo y en general y como siempre la copia no supera el original aún cuando aquella a veces se realice con mayores medios.


“Déjame entrar” es una película extraña por cuanto rompe de modo muy original los clichés sobre el cine romántico de vampiros tan de moda ahora. Aquí, es una niña condenada a vivir eternamente y alimentarse succionando sangre que entra en contacto con un niño de doce años que vive en la soledad de un hogar roto, en medio de una sociedad individualista e insolidaria y acosado constantemente por los otros niños de su colegio que le torturan. El filme delata la inmensa dificultad que padecen hoy nuestros preadolescentes en el desarrollo de sus personas, desasistidos por algo tan importante como es la atención debida en el seno de la familia y en el ámbito de la escuela. La relación entre este niño solitario y esta niña diferente marca con ternura y una inmensa frialdad toda la película. El frío de la ciudad nevada y la oscuridad de las noches largas de Suecia enmarcan esta historia de amor y soledad de la película que dirigió hace dos años el director sueco Tomas Alfredson.

La versión que ha dirigido el cineasta americano es calcada en muchos planos. Hay referncias al conservadurismo de Reagan y otras que se subrayan en exceso al fanatismo religioso, a concebir la religión como instrumento represor. Y sobre todo, se compara la historia de amor entre los dos niños con la tragedia de Romeo y Julieta con subrayados excesivos. Sin mebargo el filme está bastante bien realizado, aunque a veces es algo confuso. La música es algo excesiva y no falta el detective que siempre llega tarde y no se entera.

No tengáis aprensión a las (buenas)  películas de vampiros: es una manera metafórica de leer el estado de nuestra sociedad alienada y solitaria.

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