lunes, 19 de septiembre de 2011

La toma de posesión de un párroco.




Fin de semana pastoral bien cundido: sábado, servicio en el tanatorio y por la tarde, boda y Misa. Aunque cansado me relajé porque vinieron a visitarme unos amigos que hacía tiempo que no veía y nos fuimos a la playa y después a cenar buen pescado por allí.

El domingo lo mismo, o más pesado: celebré las tres Misas de la mañana, con un bautizo y por la tarde acudí a LaTorre (una pedanía de Valencia) a la toma de posesión de la nueva parroquia de mi ex coadjutor, Salvador Pastor. Todo muy bien. Una ceremonia larga, larga, donde el ministerio pastoral del sacerdote se quiere aherrojar con las cadenas del juridicismo –el párroco  juró y perjuró más que un carretero- y aseguró la posesión de la Parroquia tocando hasta las campanas y sentándose en el trono de la sede (a mi me parece algo vergonzante). Una simbología ritual que es bonita pero toda junta es farragosa y estresante. Nadie tiene la culpa sino los canonistas-liturgistas que han elaborado el ritual que parece de vuelta de lo que decía el Vaticano II acerca del ejercicio pastoral de los párrocos y del concepto de Iglesia como Pueblo de Dios.

Mi amigo Salvador, mi ex vicario que era en cierto la víctima, lo ha sobrellevado con buen ánimo e incluso remató la tarde con un buen y  breve discurso de presentación muy optimista e ilusionante agradeciendo a todos los asistentes que abarrotaban el templo su compañía. Después, en la plaza de la iglesia tomamos  “hoxateta i fartons”

Felicidades, Salvador, te deseo mucha suerte.

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