martes, 8 de octubre de 2019

JONAS, EL REBELDE



Estos días en la liturgia propia de la eucaristía diaria,  en la primera lectura se lee un fragmento del Libro de Jonas. Éste es considerado uno de los profetas de Israel aunque tal vez no haya existido, pues el libro que lleva su nombre es más bien una especie de novela corta, un relato breve que además de ser literariamente soberbio, esta lleno de humor y fantasía. Jesus de Nazaret lo conocía su historia, pues lo cita en uno de sus discursos. Escuchándolo esta tarde en misa, me sonreía por cuanto me imaginaba al pobre de Jonas, tozudo y rebelde, que no quería obedecer a Dios ni cumplir la misión que éste le había encargado: ir a la ciudad de Nínive (en aquel entonces, como Nueva York) y anunciar el arrepentimiento pues sus habitantes eran inmorales y dados a la violencia. Tampoco hoy eso es una situación novedosa. (Me imagino a Jonas en Wall street).


En vez de ir dirección al este, dónde está Nínive, se va hasta el oeste, a Tarsis (Tartesos), al sur de nuestra península, al confín del mundo entonces conocido. En el viaje le sorprende una espantosa tempestad y los marineros lo tiran por la borda pues saben por qué motivo está navegando. Un enorme pez se lo traga (¿una ballena?) y tres días más tarde lo vomita en la playa. En fin, que Jonás vuelve a Nínive, no sin dejar de protestar contra Dios, pero al final cumple su misión.


Es muy bonita esta historia donde aparece esa relación a veces tensa que un buen creyente puede a veces tener con Dios. Si la fe es una relación, ¿por qué, como todas las amistades, no puede entrar en crisis? Léete el Libro de Jonas, es breve, pero muy divertido.

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