miércoles, 15 de diciembre de 2021

LA MUERTE DE LOS FAMOSOS

 


A mi me pone triste la muerte de los famosos. Y no de aquellos que han elaborado su fama a base de numeritos más o menos escandalosos sino de esos otros que son conocidos por su trabajo diario en el mundo de los escritores, de los artistas y de los actores. Cuando muere uno mi memoria salta a lo que ellos han contribuido a construir mi biografía cultural o sentimental. Y me duele especialmente la muerte de los famosos cuando estos fallecen a una edad relativamente temprana. Hace unos días falleció Almudena Grandes (una autora cuya escritura no me entusiasmó mucho) y ayer mismo murió Verónica Forqué con la que tanto me he reído. Parece ser que padecía una depresión que le ha conducido al suicidio. Qué pena. Tal vez estuviera viviendo esas épocas duras y amargas de los actores y actrices que van, poco a poco según la edad avanza, sintiéndose olvidados convirtiéndose en un juguete roto. Que descanse en paz.

 

No me gusta sin embargo los entierros de los famosos. Ya en el tanatorio se producen auténticas romerías de gente de su alrededor que con un una rosa en la mano y una lágrima en la mejilla afirman que eran muy amigos del finado.  Luego, en el cementerio se suele armar un “botisferio”, de gente conocida del mundo cultural, que afirman que han perdido a un gran amigo, que era un gran actor o escritor. Gafas oscuras simulan ocultar los ojos húmedos de esta gente que cuando vivían seguramente, tenían en el olvido a los que ahora lloran. ¿No se les ocurrió darles trabajo? En verdad todo esto me apena.

 

También me deja indiferente cuando el famoso que fallece después de muchos años de edad, Porque muchas veces pienso o que ya habían fallecido, y otras veces aún más maliciosomente creo que su muerte en edad tan avanzada no es más que un truco para ellos aparecer por útima vez en el primer plano de las noticias. El último fogonazo de focos lentejuelas y alfombras rojas. Es algo cruel, pero ¡c´est la vie!

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