Memoria del fuego
Arde la hoguera en su esplendor:
llamas, chispas y pavesas alborotan
la aureola que la luz transfigura.
Después, el humo se disuelve con el viento
y la luz incandescente palidece su fulgor.
Las ascuas, como rubís engastados
en la ceniza. refulgen doradas.
Al final, sólo permanece
la cálida caricia que dio al cuerpo
y la memoria pasada de su brillo.
Y entonces todo ya se desvanece
como mi misma vida,
sumida en la ceniza,
en el callado olvido,
lentamente.
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