sábado, 16 de abril de 2022

SÁBADO SANTO, A LA INTEMPERIE

 


El día después: Sábado Santo.

 

El sábado fue el séptimo día en el que Dios descansó después de haber hecho todo este mundo. Seguramente, sentado en su sillón de nubes Yahvé se puso a pensar en las cosas que había hecho. Vio que todo estaba muy bien y así que descansó muy a gusto. Pero hay otro sábado, éste de hoy, al que llamamos santo. 

 

Después de todas las cosas que pasaron en Jerusalén el día anterior, los discípulos de Jesús, sentirían una gran sensación de desfondamiento, como si tuvieran la mente en blanco: eran demasiado fuertes las experiencias que habían vivido. Así fue su otro día después: aturdidos, confusos, también guardarían un gran silencio en su corazón. Se mirarían unos a otros casi con extrañeza porque vivieron como fugitivos dispersos y escondidos en aquel Viernes Santo, sobrecogidos por el miedo, el temor, y la decepción. Ahora se sienten a la intemperie

 

“¿Donde estabas, donde te escondiste?” Se preguntarían al encontrarse. Sólo Juan, el discípulo amado, como dice el evangelio, estuvo al pie de la cruz… ¡Y las mujeres! Sólo ellas supieron reaccionar. Ellas fueron las primeras que se encontraron a Jesús el crucificado, vivo. Eso fue lo que ocurrió verdaderamente el día después. Después del mal sueño, de la pesadilla, despertaron a la luz y a la vida.

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