martes, 9 de noviembre de 2010

Media vita in morte sumus

En este melancólico mes de noviembre leía el otro día, en un libro de  Philippe Ariès, lo siguiente: "Hoy en día el adulto experimenta tarde o temprano –y cada vez más temprano que tarde–, el sentimiento de que ha fracasado, de que su vida de adulto no ha conseguido ninguna de las promesas de su adolescencia. Este sentimiento se halla en el origen del clima de depresión que se extiende entre las clases acomodadas de las sociedades industriales. Pero hoy no ponemos en relación nuestro fracaso vital y nuestra mortalidad humana. La certidumbre de la muerte, la fragilidad de nuestra vida, son ajenas a nuestro pesimismo existencial. Por el contrario, el hombre de la Edad Media tenía una conciencia muy aguda de que estaba muerto aplazadamente, de que el plazo era corto, de que la muerte, siempre presente en el interior de sí mismo, quebraba sus ambiciones y emponzoñaba sus placeres. Y ese hombre tenía una pasión por la vida que nos cuesta entender hoy. El hombre de las épocas protocapitalistas sentía un amor irracional, visceral, por los temporalia (las cosas temporales), entendiendo por temporalia, a la vez y sin distinción, las cosas, los hombres, los caballos y los perros".
El hombre medieval sabía y lo vivía aquello de “media vita in morte sumus” (a la mitad de la vida ya somos de la muerte). Y sin embargo se aferraba al deseo de vivir como nadie. ¡Qué bello responso –“Media vita in norte sumus”-, en el oficio de difuntos, se canta en gregoriano!


En las fotos, uno de los cementerios más bonitos que he visitado: el de Comillas (Santander)


Media vita in morte sumus, por Anuna

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