Discutibles mini
editorial y articulo-manifiesto los de “El País” de hoy (periódico que leo casi
todo los días) en defensa de Javier Krahe por su show blasfemo de hace ya años
emitido en Canal+ y que nos enseñaba cómo se cocinaba un crucifijo. Creí que
este asunto ya había sido dirimido y solucionado. Ahora el periódico
progresista al que le toca de cerca (son la misma empresa) sale excusando al
artista e ninguneando a los acusadores e invocando la impunidad en aras de una
libertad de expresión, cuyos límites parece no ponerlos el ofendido sino el
ofensor.
¿Tiene la
libertad de expresión un límite? ¿Quién lo pone? ¿Hay algo objetivo en el hecho
de hacer un chiste profanador sobre las creencias más profundas de un
ciudadano? ¿Es sólo asunto de la Iglesia o de cualquier persona que tiene
derecho a que se le respete sus convicciones más profundas? El ataque, de descarado
mal gusto, se puede considerar sólo un desafortunado chiste? ¿Habría que
mencionar qué hubiera pasado si en vez de un Cristo hubiera sido una imagen del
profeta Mahoma el que hubiera sido manipulado para ser cocinado? Hasta cuándo
hay que soportar y reír las ingeniosas ocurrencias de estos artistillas progres
de guardarropía de la “movida” madrileña?
Hay algunos periodistas
y artistas que se creen con patente de corso invocando la libertad de expresión
y la libérrima inspiración de su musa.
Más: en “El País”
se publica una artículo firmado por una tal Miguel Tomás y Valiente (debe ser
hijo del preclaro juez, víctima de la Eta) y corroborado por veinte firmas más
que parece defender al cantautor madrileño, y que acude a ejemplos de arte y artistas que
en absoluto tienen que ver por su altura y calidad artística y genial, con el
caso en este litigio. Para colmo, cita
las letrillas de una copla vulgar que además de ser simplemente anticlerical, no vienen al caso: su lugar era la pared de
una letrina y no la columna de un periódico
prestigioso.
¿Una vez más, los
creyentes, que no sólo la Iglesia, tendremos que tragar saliva?
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