Me dejó flipado: fueron unos momentos
en que no sabía donde estaba. O había retrocedido en el tiempo, o estaba viendo
el rodaje de una película, o estaba yo dentro de ese desfile siniestro. Fue en
Varsovia, el ultimo día que allí estuve, día oscuro, lluvioso, y para mí,
acostumbrado a los cielos brillantes mediterráneos, triste.
Por la calle adoquinada y
brillante por la lluvia, caminaban con la cabeza humillada, custodiados por soldados
de uniforme ruso, un montón de soldados del ejército polaco pertrechados con mochilas
o maletas de cartón atadas con cuerdas. ¿Estaba en la II guerra mundial…?
Luego vi lo que era: era una manifestación
que homenajeaba a los 20.000 polacos que
murieron a manos de los rusos que ocuparon la Polonia ya devastada por los
nazis y llevaron a la muerte en el bosque de Katyn a todos los oficiales del ejército
polaco. Así los rusos bolcheviques, –la orden la dio Stalin-, descabezaban cualquier oposición polaca contra
ellos. Otra vez la gran desvergüenza histórica.
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