El doctor Pedro Cavadas,
el médico portentoso que hace trasplantes de caras, manos y pies, además de disfrutar
de un gusto kitsch para vestir, parece que va de sobrado por la vida. Así como
hay genios que van por ésta de anonimato o con porte sencillo, éste parece ser
que es el rey del mambo y una especie de perdonavidas. Conozco a gente que lo
conoce de cerca y me dice que trata a sus colaboradores a patadas.
Sus últimas declaraciones
en el periódico Levante del domingo pasado son también portentosamente
despreciativas: caña a los deportistas (“montañeros
y paracaidistas que hacen cosas innecesarias,... los retos no sirven para nada,
son cosa de los quinceañeros…”)
Pero aún hay más:
no cree en la vocación que dice que es vocablo eclesiástico y por eso ya le da
alergia, y que él, de niño, no pensaba llevar bata blanca porque así ganabas
mucha pasta o te podías tirar a una enfermera. También arremete con los que
trabajan en las empresas públicas “porque
puedes hacer el vago y te pagan igual”.
Enseguida se han
reunido las feministas y los sindicalistas de funcionarios y han elevado una
airada protesta. La Iglesia ha guardado silencio.
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