domingo, 9 de septiembre de 2012

Milagro (a propósito del Evangelio)



Una de las notas más propias de la fe cristiana es el entendimiento o actitud de admiración que un creyente debe sentir hacia Jesús, como se dice al final de la lectura evangélica. Si yo no admiro a Jesús, si no me creo que todo lo hizo bien… no necesitaré seguirle como discípulo.

Hoy se nos muestra un milagro algo extraño: un sordomudo que no hace nada por curarse; son los demás los que le acercan y los que le piden que lo cure. ¿Habría perdido ya la ilusión de oír y hablar? ¡Cuántos de nosotros hemos renunciado a la palabra autentica, a la escucha verdadera de los demás y hemos perdido la ilusión de encontrarnos con Jesús! Pero por otro lado, ¡qué loable es la iniciativa de la gente, que se preocupan de este pobre hombre y la acercan a Jesús y hacen posible la sanación!

Otra cosa interesante de la acción que realiza Jesús con el sordomudo: su fisicidad. Hace barro para sus ojos, toca con su saliva la boca y lengua del enfermo. EL milagro de Jesús es un  sanación, pero no es un gesto físico vacío: lo acompañaba su espíritu de fe.

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